FOTO NA La participación en la marcha universitaria colocó al Gobierno en una incómoda posición.
Politizada, sí, pero lo suficientemente masiva también como para encender al menos luces amarillas en el seno de la administración libertaria: así fue la marcha universitaria realizada este martes en el centro porteño y en las principales ciudades de la Argentina.
Con un objetivo unificado a lo largo y ancho del país, más allá de la heterogeneidad de participantes y sectores que se sumaron a la manifestación, se trató de un esfuerzo multitudinario en busca de aplicarle un freno de mano a la inclusión de la educación pública en el plan «motosierra» del Gobierno.
El presidente Javier Milei se marchó de la Casa Rosada un rato antes de que la movilización confluyera en la Plaza de Mayo, luego de haber replicado en redes sociales comentarios de usuarios, de perfil libertario, que intentaron desacreditar la protesta nacional tildándola de «marcha política».
En los últimos días, dicho sea de paso, no terminó de quedar claro si al Gobierno le inquietaba la manifestación en sí misma o era la intromisión de la política lo que más le generaba ruido: este martes por la mañana el propio vocero presidencial, Manuel Adorni, se manifestó al respecto.
«Casi un tren fantasma», opinó al enumerar a dirigentes peronistas o de izquierda que brindaron su respaldo al reclamo, al igual que organizaciones sindicales, e insistió en que «el tema presupuestario está resuelto» y el dinero, «transferido» a las universidades públicas.
Claramente se trató de una marcha que se politizó, como quedó en evidencia en pleno acto final, con el tenor de los discursos pronunciados en un escenario montados a metros de la Casa de Gobierno y al que se subieron referentes de la comunidad educativa nacional, junto con líderes sindicales e históricos militantes de derechos humanos, con Taty Almeida y Adolfo Pérez Esquivel: ambos, acompañados por otros promotores de la iniciativa, acaban de presentar en el Congreso de la Nación un pedido de juicio político contra Milei por «mal desempeño de sus funciones y posible comisión de delitos».
Por consiguiente, que la política se inmiscuyó no quedan dudas, más aún con la presencia del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y del ex candidato presidencial Sergio Massa, entre otros dirigentes, en la marcha. El radical Martín Lousteau también asistió, en momentos en los que se ha puesto bajo escrutinio el manejo de los recursos estatales que recibe la Universidad de Buenos Aires (UBA), entidad en la pisa fuerte su cercano correligionario Emiliano Yacobitti.
Sin embargo, y más allá del cotillón ideológico incluso de quienes se expresaron micrófono en mano en el corolario de la manifestación, la de este martes se trató de una protesta a la que decenas de miles de personas en todo el país asistieron de manera genuina y con un único propósito: enviarle un mensaje directo a Milei para decirle: «Con la universidad pública no».
Habrá que auditar las cuentas de las casas de estudio nacionales, habrá que plantear discusiones pedagógicas por qué no también, en función de robustecer la calidad educativa, o evaluar la posibilidad de arancelar el acceso para los extranjeros no residentes, como se debatió hoy mismo en redes sociales, por ejemplo: el abanico es amplio y parece necesario que el Gobierno lo despliegue en su totalidad.
Habrá que ajustar entonces en donde se tenga que ajustar, pero quedó demostrado en la potente foto que dejó esta marcha nacional que una porción significativa de la sociedad -incluyendo probablemente a votantes de La Libertad Avanza el año pasado- está dispuesta a aplicarle un freno al plan «motosierra» de Milei, marcándole así un límite: la educación pública en la Argentina, por cierto, eslabón indispensable para cualquier intento de movilidad ascendente en el país.
A la luz de lo sucedido, en el seno del Gobierno deberían al menos encenderse luces amarillas que le sirvan a Milei para meditar mejor sus movimientos, antes de arriesgarse a otro paso en falso. El Presidente quiso avanzar sobre las universidades y cuando se percató de que había tocado un nervio sensible e intentó dar marcha atrás, ya era demasiado tarde: las imágenes vistas este martes hablan por sí solas.