Los minutos finales llegan cargados de angustia. Se sufre en el Monumental. Pero el final es feliz. Cuando Franco Armani atenaza la última bola de la noche y el uruguayo Andrés Matonte termina el partido, los nervios desaparecen. Y en Núñez se desata la fiesta, con los jugadores cantando al compás de los hinchas. Con el triunfo 1-0 sobre Colo-Colo, River no solo consiguió el pasaje a las semifinales de la Copa Libertadores, en la que estará después de cuatro ediciones, sino también que le pone el moño a una semana perfecta, con el triunfo ante Boca en la Bombonera en el medio. Y celebró en el partido 400 de su historia en el máximo torneo continental de clubes.
River llegaba, justamente, con la euforia de la victoria en el Superclásico. Pero se topó con un duro oponente que no se dio por vencido. Fue una batalla de 180 minutos ante Colo-Colo, al que el equipo de Marcelo Gallardo logró eliminar con mucho esfuerzo y sudor y apelando al espíritu combativo que tanto pregona el Muñeco. Pero sin jugar bien. Le costó el partido y la serie en general al conjunto de Núñez, que ahora tendrá el desafío de enfrentar a un brasileño (Fluminense o Atlético Mineiro) en la escala previa a la final.
River abrió este martes el marcador a los 16 minutos con la aparición de Facundo Colidio, que llegó para definir solo atrás de toda la defensa de Colo-Colo luego de un envío de que Santiago Simón devolvió la pelota al área en una segunda jugada de una pelota parada. Al ex Tigre, que se ganó su lugar tras su gran actuación en el Superclásico, lo habilitó Arturo Vidal, que quedó enganchado. Justo el que chicaneó y picanteó la previa toda la semana.
El gol tempranero no solo significó un alivio para River sino también que lo metió en el encuentro. Es que en el primer cuarto de hora estaba confundido el equipo de Núñez, sin encontrar líneas de pases, por lo que apostaba a saltear líneas con pelotazos. Colo-Colo volvió a coparle la mitad de la cancha como en la ida y le disputaba la tenencia de la pelota, lejos de su arquero. Ante esa situación, River trataba de cuidarse para no dejar espacios y agrupaba a Colidio y a Meza, falsos extremos, con los mediocampistas para que el equipo luciera más compacto.
El gol no cambió mucho el escenario inicial pero sí la postura de River, que, con más energía y envalentonado por la apertura del marcador empezó a tener más presencia en el juego. Y con más confianza. Tanto que hasta Franco Armani (llegó a los 100 partidos en Libertadores) se animó a gambetear a Vidal cuando el chileno fue a presionarlo en una salida.
Ir a correr a la última línea rival era lo que tenía que hacer Miguel Borja, pero el colombiano estaba en otra sintonía. Y la presión no era escalonada. Maxi Meza, que llegó con lo justo y no pareció estar bien desde lo físico, también quedaba lejos. Entonces, el equipo de Almirón no tenía demasiadas dificultades para pasar al campo rival. Eso sí, le costaba llegar al arco de Armani porque River lo bloqueaba con el despliegue de Simón y la barrera que ponían la última línea y Kranevitter. Un dato:si bien Colo-Colo tuvo más la pelota (63% contra 37% de River), pateó apenas cinco veces y solo dos de esos tiros fueron al arco.
El segundo tiempo se presentó de la misma manera. Y con el correr de los minutos, el desarrollo se hizo cada vez más áspero. En ese aspecto, Vidal quiso ensuciar el juego y encontró pelea del otro lado. Acuña fue el que más frente le hizo. Hasta que los dos se ganaron la amarilla. El Huevo fue uno de los que más sostuvo a River en el final. Como Pezzella y González Pirez. Y Armani puso las manos para sacarle un remate de gol a Zavala.
River no podía tener la pelota. Entonces, Gallardo mandó a la cancha a Lanzini. Salió Meza y el equipo se reordenó en un 4-1-4-1, pero la pelota la tenía el equipo chileno. Ni siquiera manejó bien las contras el equipo del Muñeco. Entonces, aguantó, resistió y…festejó.