Un detalle resultó la diferencia. La puntería de Rodrigo Battaglia para colocar la pelota junto al poste, tras un córner, modificó el marcador, el ánimo, la planificación y terminó con el sueño de San Lorenzo en la Copa Libertadores. Una ilusión que siempre estuvo atada con alambre y descubrió su último episodio en Belo Horizonte, con la derrota 1 a 0 frente a Atlético Mineiro en el juego desquite por los octavos de final. Un desenlace que se tiñó de violencia con el choque entre hinchas azulgranas y la policía, que lanzó gases lacrimógenos y provocó la suspensión parcial del partido, con los jugadores afectados por la irritación en la garganta y los ojos.
La ilusión de la Copa Libertadores se convirtió en un explosivo para San Lorenzo. Un plantel acotado, con futbolistas de corto recorrido en las competencias internacionales, abrazó una esperanza que le posibilitara disimular la flojera en la Liga Profesional, donde marcha penúltimo entre 28 equipos y muy lejos de las plazas para las copas internacionales de 2025, y cicatrizar la eliminación de la Copa Argentina.
Pero la fantasía de progresar en el torneo más importante de clubes de la Conmebol tropezó con la realidad, esa que a diario se juega en los despachos y en el campo de juego: en los dos escenarios, el Ciclón no ofreció argumentos para alimentar el sueño. Los dirigentes, encabezados por el presidente Marcelo Moretti, deben sortear el caos económico-financiero que impera en la tesorería y levantar inhibiciones de gestiones pasadas para crecer: 35 juicios y un déficit operativo de 400 mil dólares mensuales, el lastre.
La derrota y eliminación de San Lorenzo
En ese camino espinoso, la formación perdió a dos piezas titulares –Adam Bareiro y Agustín Giay, que fueron transferidos a River y Palmeiras, respectivamente- y logró habilitar a los refuerzos de modo tardío, tres fechas después de reanudado el certamen que se detuvo por la Copa América. Ese combo molestó a los hinchas, que hace un tiempo perdieron la paciencia con una conducción que se desprendió de un ídolo como Rubén Insúa y se cubrió con otra figura que sirve de escudo, como Leandro Pipi Romagnoli, que un puñado de partidos atrás puso el cargo a disposición y con la eliminación nadie se atreve a asegurar su continuidad. El paso al costado de Néstor Ortigoza, responsable del fútbol profesional, y del secretario Pablo García Lago exponen la crisis política…
El escenario empujó a idealizar con el milagro de la Copa Libertadores, aunque los octavos de final los jugó con tres juveniles de entre 19 y 20 años, como los laterales Nahuel Arias y Elías Báez Sotelo y el volante Elián Irala; sin un delantero de área, porque no es la función más cómoda para Alexis Cuello; con Matías Reali, un refuerzo cuyo pase resultó un papelón entre idas y venidas en el pago, siendo el eje ofensivo con apenas seis partidos en el club… El último movimiento lo dispuso Romagnoli, que dio un giro y un día después de ratificar al arquero Facundo Altamirano –cometió un error en el gol de Mineiro en el Nuevo Gasómetro, aunque ya arrastraba un hilo de yerros- posicionó como titular a Gastón Chila Gómez, que atajó en las victorias contra Independiente del Valle y Liverpool, en la etapa de grupos.
La gigantesca diferencia económica y de jerarquía entre los dos clubes no se reflejó en el juego. Defensivamente, el Ciclón agrupó piezas y no sufrió sofocones ante un rival previsible, sin las genialidades ni las fantasías que acostumbran a exhibir los brasileñofs en sus canchas. Una corrida de Paulinho –autor del gol en la ida-, que aprovechó un tropiezo de Jhohan Romaña, y un remate de cabeza de Deyverson, ue todo lo que enseñó Atlético Miniero en el primer tiempo; extraña la potencia y la capacidad del temible Hulk, lesionado.
Como una semana atrás, San Lorenzo descubrió en los contraataques el camino para lastimar: un par de remates de media distancia de Irala, un aviso; Iván Leguizamón, que se desdobló para defender y atacar, estrelló la pelota en la unión del poste y el travesaño y Reali, en el rebote, no tuvo puntería ante el arquero Everson.
Una falta de expulsión de Otávio sobre Nicolás Tripichio, que el árbitro chileno Felipe González sancionó con tarjeta amarilla, no impidió que creciera la figura de Reali, a la que se unió Cuello, que pifió ante Everson… El Ciclón se afirmaba, promovía desconcierto y reproches en el rival, pero un córner lo derrumbó: Battaglia, de cabeza, derrotó a Chila Gómez y modificó el desarrolló; el volante devenido en zaguero y que surgió en Huracán resultó una daga que dejó malherido a San Lorenzo, que no tuvo fuerza futbolística ni empuje y se despidió del sueño copero. Ahora será el turno de reconstruirse en la cancha y en los despachos para volver a ilusionarse.