Los creyentes hacen fila para ingresar a la iglesia que venera al santo en el barrio porteño de Liniers. “Con lluvia o como sea, venimos por la fe”, le dijo a TN una de las presentes.
Miles de fieles se congregaron en Liniers para celebrar el día de San Cayetano. (Foto: captura TN)
Pese al frío que azota a la Ciudad de Buenos Aires, familias enteras participan de la vigilia por San Cayetano mientras se acercan a la iglesia que lo venera en el barrio porteño de Liniers, ubicada en Cuzco al 150. “Venimos a agradecer y a pedir por trabajo”, dijo una de las fieles, en una charla con el periodista de TN Julio Bazán.
“Con lluvia, o como sea, venimos por la fe”, sostuvo otra de las presentes mientras estaba acompañada de la mano con su nieto. En la misma sintonía, una mujer comentó: “Venimos a agradecer y a pedir por trabajo”.
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Además, una joven de 23 años que fue con su madre de servidora, manifestó: “Vengo a agradecer porque el año pasado había venido, quería cambiar de trabajo y en un mes lo cambié. Estoy chocha”.
“Hoy en la Argentina, que falta un montón de trabajo, es difícil cambiar. Uno no sale del trabajo que tiene porque es difícil la situación”, reflexionó sobre el motivo que la llevó a estar presente para venerar al santo en su día.
¿Qué se le pide a San Cayetano?
Cada 7 de agosto, los fieles se dirigen a San Cayetano en busca de asistencia para obtener trabajo y seguridad económica. Conocido como el santo del pan y del trabajo, San Cayetano es invocado para obtener un empleo digno, estabilidad en el trabajo actual y provisión de alimentos para quienes atraviesan dificultades financieras.
Esta fecha es una oportunidad para que muchas personas busquen su intercesión, confiando en su capacidad para abrir puertas y ofrecer alivio en tiempos de necesidad económica.
Un servicio incansable y una vida dedicada a la fe
San Cayetano nació el 1 de octubre de 1480 en Vicenza, Italia. Hijo de los Condes de Thiene, Gaspar y María Porto, recibió su nombre en honor a un tío que había muerto recientemente, un canónigo docente de Derecho en la Universidad de Padua. Él y sus dos hermanos, Juan Bautista y Alejandro, quedaron huérfanos de padre cuando apenas eran adolescentes.
Durante su juventud, San Cayetano mostró un notable interés por la abogacía. En la universidad, fue elegido delegado estudiantil por sus compañeros y recibió elogios constantes de sus profesores debido a sus altas calificaciones. A pesar de estos logros, él siempre mantuvo una actitud de humildad, expresando que su valor no dependía de los elogios ajenos: “Creo que valgo por lo que soy, y no por lo que los demás digan de mí”. Esta humildad sería una característica constante en su vida y carrera.
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En 1506, a los 25 años, fue nombrado protonotario apostólico en la corte del Papa Julio II. A pesar de su posición privilegiada, su secretario destacó que Cayetano “no se da ninguna importancia”, vistiendo con sencillez y atendiendo a todos por igual. Su dedicación y actitud servicial le ganaron un respeto inmenso, marcando el inicio de una vida dedicada a la ayuda y el servicio a los demás.
San Cayetano también fue un ferviente defensor de la paz, trabajando para evitar una guerra entre la República de Venecia y los Estados Pontificios. Esta labor, a pesar de ir en contra de sus propios deseos, le valió un prestigio significativo. Más adelante, decidió dedicar su vida a la fe, afirmando: “Siento que día a día mi vida suspira por amar a Dios”. Así, se comprometió a seguir el camino del sacerdocio y a vivir una vida de sacrificio.