La periodista Soledad Larghi relató una pesadilla de acoso que la obligó a cambiar sus hábitos de vida

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La periodista remarcó que nunca había respondido a sus mensajes, salvo para bloquearlo tras un comentario fuera de lugar, aunque el hombre insistía en interpretar sus intervenciones televisivas como mensajes personales. La Justicia le impuso una restricción de contacto, aunque en ese momento no se le otorgó botón antipánico

El relato de la periodista Soledad Larghi (América TV y A24) sobre la violenta situación de acoso que sufrió volvió a cobrar relevancia luego de que su colega Agustina Peñalva (C5N) hiciera pública una experiencia similar. Hasta ahora, Larghi había mantenido en reserva lo ocurrido, pero decidió contarlo para visibilizar el impacto que estos episodios tienen en la vida personal y profesional de las víctimas.

Durante una conversación con sus colegas de A24 Marina Calabró y Rolando Barbano, Larghi reconoció que el testimonio de Peñalva la conmovió profundamente.

“Me impresionó un montón. Vi recién el video y me impresionó porque, sí, sentía que estaba un poco recordando lo que me había pasado a mí”, confesó. La periodista explicó que sus compañeros sabían lo que había vivido, pero que en su momento prefirió no hacerlo público por el miedo y la incomodidad que le generó.

“Me dio un poco de miedo. Fue muy incómodo para mi familia porque lo que esta persona me escribía venía con una carga violenta y agresiva muy fuerte”, relató.

El episodio más grave ocurrió en 2016, cuando Larghi salía de Radio Belgrano, donde los sábados hacía el programa El sexto día junto a Débora Plager. “Salgo con mi matecito, mi termo, voy al auto y se me cruza un hombre. Como nos pasa muchas veces, le sonrío y le digo: ‘Hola, ¿qué necesitás?’. Me mira y me dice: ‘Soledad, te vine a buscar’”, recordó.

Ante la amenaza, Larghi intentó mantener la calma e inventó la presencia de policías cerca para disuadirlo.

“Le dije: ‘Mirá que del otro lado del vidrio hay un montón de policías mirando. Si grito, van a actuar’. Era mentira. Era sábado, no había nadie, pero se me ocurrió decirle eso”.

El acosador se alejó y ella logró subir al auto, aunque el miedo la paralizó:

“Hice una cuadra y tuve que frenar porque me temblaban las piernas. Esa cara me quedó grabada. Me dijo: ‘Soy Gastón’ y me dio su apellido”.

Al llegar a su casa, Larghi le contó lo sucedido a su pareja de ese momento, quien le recomendó acudir a la policía especializada en delitos informáticos. La investigación reveló que el hombre la había estado esperando desde las cinco de la mañana.

“El programa era de nueve a once, y se lo veía desde las cinco esperándome en la puerta”, explicó.

Al revisar sus redes sociales, los agentes encontraron más de 500 mensajes del acosador, algunos de ellos en la bandeja de mensajes bloqueados.

“Me escribía todos los días. ‘Hola, mi amor, me gusta el color que te pusiste’. O ‘no me gustó lo que dijiste hoy, sé que me estabas hablando a mí’. Interpretaba que yo le mandaba mensajes al aire”, relató.

Con el tiempo, los mensajes se tornaron cada vez más agresivos y explícitos:

“Pasaron a amenazas. ‘Te voy a ir a buscar, vamos a hablar en serio’. Hasta que se volvieron horribles, con contenido sexual. Terminaban con frases como ‘hasta que sangres’”.

Larghi contó que llegó a recibir unos 30 mensajes por día y que, tras bloquearlo, perdió dimensión del peligro hasta que el hombre cumplió su amenaza y fue a buscarla a la radio.

Por la gravedad del caso, se le asignó custodia policial durante dos semanas, aunque la periodista admitió que le resultaba incómodo.

“Eran de civil, pero me dijeron: ‘Cuando se cruza la línea de lo virtual a lo real, hay que tomar medidas’”.

Dos semanas más tarde, el acosador volvió a contactarla y regresó a esperarla en la radio. Esta vez, la custodia logró detenerlo.

“Lo vi cuando lo estaban arrestando. Le decía a la policía: ‘No, pero ella nunca me dijo que no’”, recordó Larghi.

La periodista remarcó que nunca había respondido a sus mensajes, salvo para bloquearlo tras un comentario fuera de lugar, aunque el hombre insistía en interpretar sus intervenciones televisivas como mensajes personales.

La Justicia le impuso una restricción de contacto, aunque en ese momento no se le otorgó botón antipánico.

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