La secuencia de eventos demostrativos del (des)gobierno, definido como carencia de gestión, impericia y/o ineficiencia, en casi seis meses de Javier Milei en la Casa Rosada, es sorprendente. No sólo por la incompetencia expuesta, hasta con soberbia, por él y su red de trolls y voceros mediáticos vía WhatsApp en vivo y en directo, sino porque ningún gobierno desde la recuperación de la democracia exhibió semejante ineptitud para abordar situaciones relativamente críticas.
En un período muy corto, hubo renuncias y despidos de medio centenar de funcionarios de primera y segunda línea, la mitad de los cargos de la estructura estatal sigue sin designación, y se precipitó la primera crisis de gabinete. Existe desorden en la organización política desplegado en un contexto de destrucción deliberada de la economía real.
Los acontecimientos que muestran el carácter libertario del gobierno, es decir, no hacer nada para atenderlos, han sido muchos en estos meses:
* La ausencia de ayuda a la población por el tornado que asoló Bahía Blanca a mediados de diciembre del año pasado, en los primeros días del gobierno.
* Indiferencia por la inundación en Concordia, Entre Ríos.
* La indolencia por la epidemia del dengue.
* La apatía por el temporal que afectó a 68 distritos bonaerenses en marzo pasado.
* La decisión de no entregar medicamentos oncológicos.
* Desentenderse de la responsabilidad por el choque de trenes en Palermo del ramal San Martín.
* El desfinanciamiento de universidades nacionales, alterado en parte luego de la masiva movilización nacional de repudio por este ahogo financiero.
* La crisis por el faltante de gas que implicó el corte del combustible en estaciones de GNC e industrias, incluso en firmas que tenían contratos no interrumpibles.
* La pereza en atender el conflicto salarial de policías y docentes en Misiones.
* La no entrega de casi seis mil toneladas de comida a organizaciones sociales y comedores comunitarios que se ocupan de alimentar a familias vulnerables.
Suponer que la ausencia de gestión estatal con la excusa de supuestos hechos de corrupción para encubrir incapacidades no tendrá, tarde o temprano, costos en la evaluación social y, en especial, en las expectativas económicas, refleja desconocimiento del recorrido de experiencias políticas pasadas.
Las situaciones críticas no son infrecuentes
Los ciclos políticos se enfrentan a situaciones inesperadas, como puede ser una crisis financiera global, una pandemia, una guerra o una sequía. Estos son casos extremos de shocks negativos, ya sean externos o internos. Existen además imprevistos de menor magnitud que inevitablemente suceden. En estos momentos es cuando se puede observar con nitidez la capacidad de reacción.
Uno, dos o tres eventos críticos sin la correspondiente atención del gobierno pueden ser considerados parte de una determinada estrategia, extraña, pero en última instancia, elegida por una fuerza política aspirante a consolidar hegemonía.
Cuando esta práctica pasa a ser dominante, se trata de su propia esencia y, por lo tanto, debe ser analizada a partir de estas características con las consecuencias que implican para el orden económico, social y político. Se requiere hacer un esfuerzo interpretativo para encontrar el origen principal de semejante desinterés por resolver problemas que afectan a la sociedad.
El rey de la sarasa
«¿Ustedes se creen que la gente es tan idiota que no va a poder decidir? Va a llegar un momento en que la gente se va a morir de hambre«, dijo Milei, la última semana, durante su discurso en el Instituto Hoover de la Universidad de Stanford, en San Francisco, California, Estados Unidos.
«De alguna manera va a decidir algo para no morirse. No necesito que alguien intervenga para resolverme la externalidad del consumo, porque alguien lo va a resolver», afirmó.
No es responsabilidad del Estado entonces entregar alimentos para paliar el hambre de personas desamparadas. Esta es la explicación teórica de Milei a la ineptitud del Ministerio de Capital Humano.
El hambre sería una externalidad del consumo según Milei, en una interpretación que se acerca bastante a sarasa alejándose de la rigurosidad conceptual.
En Economía, las externalidades se definen como decisiones de consumo, producción e inversión que toman individuos, hogares y empresas y que afectan a terceros que no participan directamente en esas operaciones. Existe externalidad cuando alguna de esas decisiones afecta el bienestar de otros y se alteran las condiciones para una asignación eficiente de recursos.
Para Milei, el Estado no tiene que intervenir para paliar el drama de grupos sociales que no tienen acceso a alimentos porque esas personas van a hacer algo para no tener hambre. Las opciones que se abren a partir de este desvarío atentan contra la convivencia.
Por eso, la mayoría de los economistas teóricos alcanzó el consenso en relación a problemas de externalidades negativas: si no pueden solucionarse entre particulares, el Estado debe actuar para llegar a una solución mediante regulación de los mercados, esquemas de incentivos o asistencia directa a las personas afectadas.
El mundo libertario de Milei convoca al caos, como lo demuestra con la no entrega de toneladas de alimentos.
La industria está en caída vertical y no existe ni una medida del gobierno para frenarla
En otro frente de gestión, resulta inédita la nula preocupación oficial por la destrucción en tiempo record del entramado industrial, con el derrumbe del 14,9 por ciento en abril pasado en relación al mismo mes del año anterior en el índice industrial de FIEL.
El reporte de FIEL menciona que la mayor caída de actividad en la comparación con abril de 2023 se tuvo en la producción de minerales no metálicos, que si bien se moderó respecto a marzo, se colocó entre las más profundas de la serie del IPI de FIEL, como las observadas durante las hiperinflaciones de fines de los ochenta y comienzo de los noventa, en la salida de la convertibilidad y en el inicio de la pandemia en 2020.
En términos globales, el informe indica que «con alguna probabilidad, el retroceso de la actividad industrial haya alcanzado los mayores registros entre marzo y abril, aunque mayo ha anticipado desafíos en materia climática -por ejemplo, cortes de gas- o nuevos obstáculos –el problema de abastecimiento de autopartes desde Brasil debido a la catástrofe climática de inundaciones en Río Grande del Sur-«.
Para concluir que «el escenario no permite anticipar una acelerada salida hacia la recuperación de la industria en el corto plazo».
El espejo de Grafton
La inacción del Gobierno en diferentes áreas de gestión merece encontrar algún tipo de explicación, al menos para poder encuadrar el desastre que está provocando. Obliga entonces a recordar qué pasó en la única experiencia libertaria, que fue detallada en diferentes artículos de medios locales y del exterior a partir del triunfo electoral de Milei.
Es oportuno rescatarla porque lo que está sucediendo en estos meses en variados frentes (económico, salud, educativo y de asistencia social) no es muy diferente a lo que pasó en el experimento libertario en la ciudad de Grafton, estado de New Hampshire, Estados Unidos.
El escritor y periodista estadounidense Matthew Hongoltz-Hetling publicó el libro A Libertarian Walks into a Bear (en español, «Un libertario se topa con un oso»). La historia comienza en 2004, cuando cientos de personas se mudan a Grafton para fundar el proyecto «Ciudad Libre» (Free Town Project) y demostrar que las ideas libertarias podían llevarse a la práctica. Así comenzó un experimento político sin antecedentes: un grupo de libertarios se instaló en Grafton, consiguió el poder político y puso en marcha sus ideas.
John Babiarz era un libertario que se postuló a gobernador. Como había una población pequeña de unas 1000 personas, en cuestión de meses unos 200 libertarios se contactaron vía internet y se mudaron a Grafton para poner en marcha su experimento, porque constituyeron de este modo una mayoría electoral para garantizar el triunfo de Babiarz.
Los nuevos vecinos eran mayoritariamente hombres blancos, solteros y partidarios de la posesión de armas de fuego.
Las principales iniciativas, iguales a las anunciadas por Milei en cada una de sus intervenciones, fueron la reducción de regulaciones estatales e impuestos. El objetivo era probar que la intervención del Estado es opresiva y produce pobreza, mientras que si se deja a la sociedad actuar por su cuenta, florece y es capaz de autorregularse.
Milei lo dice de este modo: «El Estado es una organización criminal violenta que se financia mediante una coacción llamada impuestos».
La invasión de los osos
Con este ideario, esto es lo que hicieron en Grafton: se recortó 30% el presupuesto municipal. El saldo inicial del ajuste fue que los baches de las calles se multiplicaron, el alumbrado público casi desapareció por falta de mantenimiento y el servicio de recolección de basura dejó de funcionar.
La falta de recursos implicó que la biblioteca pública solo estuviera abierta apenas tres horas diarias. La vigilancia policial también disminuyó porque el dinero asignado alcanzaba para pagar sólo a un agente a tiempo completo, y se registró un alza del 12% en la cantidad de delitos violentos, de acuerdo con las estadísticas regionales.
Grafton, pueblo fronterizo con Canadá, empezó a padecer el drástico deterioro de sus servicios públicos, el aumento de la violencia criminal y, sobre todo, ataques de osos negros que vivían en el bosque alejados del pueblo.
Hongoltz-Hetling relata que «los libertarios que vivían en el bosque no seguían las recomendaciones sobre la eliminación de residuos, lo que creó una fuente de alimento fácil para los osos. Además, algunos los empezaron a alimentar, lo cual convocó a los animales a las zonas residenciales”.
A la vez, el poder político de Grafton rechazó la propuesta de convocar a las autoridades regionales para que consideraran la posibilidad de matar o reubicar a los osos. Con el tiempo, los osos se volvieron más agresivos y se interesaron más por los humanos como fuente de alimento e incluso dejaron de hibernar.
La organización libertaria colapsó. Los osos invadieron Grafton para convertirlo en su hábitat, y este cambio se produjo a partir de la desregulación (liberalización de la administración de los residuos del hogar) y el ajuste presupuestario (no había plata para financiar la prestación de servicios públicos).
El caos en Grafton fue provocado por la ausencia de un orden básico de gestión de gobierno. Es un antecedente fabuloso para identificar el desastre que se está empezando a visualizar en casi todas las áreas del Estado a partir del experimento libertario de Milei.
El caos no es liberalismo
Otra vía para acercarse a las consecuencias del experimento libertario de Milei es el extraordinario escenario que ofrece José Saramago en Las intermitencias de la muerte. Novela ambientada en un país sin nombre, que narra cómo a partir de la medianoche de un 1° de enero en ese territorio nadie muere. Inicialmente, la gente celebra la victoria sobre la muerte. Mientras las autoridades religiosas, los filósofos y los eruditos tratan de descubrir, sin éxito, por qué la gente dejó de morir, éstos comienzan a disfrutar de la inmortalidad.
Esta satisfacción dura poco, ya que el fin de la muerte trae consigo varios retos financieros y demográficos. El orden fue alterado y la euforia inicial rápidamente se transformó en desesperación y caos. La novela continúa por otros carriles filosófico y humano, pero este evento revela que una sociedad tiene una forma de organización básica que, si no es respetada, deriva en caos.
Este concepto sirve para contextualizar la catarsis editorial de Marcelo Longobardi en su programa de radio, cuando afirmó con indignación que el Gobierno «no tiene gestión; su imbecilidad (la de Milei) va a degradar las ideas liberales». Es lo mismo que advierten economistas ortodoxos ridiculizados en público por Milei.
El caos se provoca cuando se impone la alteración de un orden mínimo determinado y aceptado por la mayoría, con intervención del Estado en la economía y en la vida cotidiana de los integrantes de una sociedad.
El choque de trenes por no girar los fondos necesarios para el mantenimiento, la paralización total de las obras públicas provocando en el caso de la provisión de gas problemas de abastecimiento en el circuito comercial e industrial, la desesperación de familias en situación de extrema vulnerabilidad que dejan de tener acceso a una ración diaria de comida, la desatención del gobierno nacional de poblaciones que padecieron ante catástrofes climáticas (tornados, temporales e inundaciones), entre otras ausencias básicas indispensables del sector público, generan una profunda perturbación del orden.
Los osos se están acercando y nos van a terminar comiendo.