Así se justifica una represión

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· ¿Qué se necesita para justificar una represión? Un motivo, un enemigo y un contexto.

· El motivo: frenar una supuesta violencia “desestabilizadora”.

· El enemigo: los barrabravas violentos, la izquierda y el kirchnerismo.

· El contexto se construye antes, durante y después de la represión.

· Durante los días previos, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich empieza a hablar de barrabravas, despliega un operativo, amenaza con prohibir acceso a las canchas y acusar de delitos graves a quien se movilice (utilizando figuras penales disponibles en la ley antimafia recién salida del Congreso con el apoyo de bloques opositores, con excepción del Frente de Izquierda).

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· En la movilización, las fuerzas represivas actúan preventivamente para evitar la masividad. Utilizan provocaciones (arma plantada, patrullero vacío), detenciones arbitrarias y violencia policial (cuyo hecho más grave es el ataque contra el fotorreportero Pablo Grillo).

· En el momento posterior a la protesta, se justifica la represión: hay “grupos de la política” que “quieren desestabilizar”, se habla de armas de fuego, palos y fierros, violencia premeditada sin una sola prueba.

· Como parte de esta justificación, se demoniza la militancia social y política. Ser militante es un “atenuante” de la violencia estatal.

· A Pablo Grillo (herido de gravedad en la represión) no lo mencionan por su nombre o como fotoreportero, es militante, kirchnerista, amigo de un político, empleado municipal. Y se lo deshumaniza, como hizo la diputada Lilia Lemoine al decir “para hacer un omelette hay que romper huevos”.

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¿Por qué funciona?

· ¿La gente es tonta? No, funciona porque la comunicación es un proceso social que construye sentidos. Eso quiere decir que los discursos no son un reflejo de la realidad, son algo que se construye en un contexto determinado, se apoya en una ideología determinada y persigue fines concretos (por ejemplo, deslegitimar la protesta social). A la vez los sentidos que se instalan ofrecen formas de leer la realidad. De alguna forma se retroalimentan.

· Los gobiernos usan discursos asociados a sus ideas y las que dialogan con sus votantes: las personas que necesitan asistencia son parásitos, las que se jubilan mediante moratorias son beneficiarias de un curro y le roban al “argentino de bien”, al “honesto”.

· Las palabras no son accidentales, “el bien versus el mal” es un elemento común de las retóricas del orden y explotado de forma efectiva por gobiernos y grupos de derechas. La operación es reducir los conflictos propios del capitalismo a un enfrentamiento del bien contra el mal.

· A propósito, la jurista italiana Tamar Picht habla en El malentendido de la víctima (Tinta Limón) habla de un “aplanamiento” de los problemas y una simplificación o reducción de conflictos complejos en términos“el bien contra el mal”.

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¿Y los medios?

· Hoy las redes sociales ocupan un lugar importante, sin embargo los medios juegan un rol clave para consolidar el relato oficial.

· Los canales oficialistas cuentan con periodistas-voceros (Jony Viale), realizan entrevistas sin interrupciones ni repreguntas, difunden fake news e invitan a “especialistas” que confirman el discurso oficial.

· En Argentina, el acompañamiento de los medios tiene un ejemplo icónico en la tapa de Clarín “La crisis causó dos nuevas muertes” (que borra la responsabilidad estatal en el asesinato de los militantes sociales Maxi Kosteki y Dario Santillán durante la represión de Puente Pueyrredón en 2002).

· Hablando de Clarín, el grupo vuelve a acompañar la justificación (hoy motivado por conseguir la venia para la compra de Telefónica y convertirse en monopolio).

· Lo que es distinto hoy (además del contexto político) es el uso más extendido de ciertas tecnologías que permiten registrar imágenes y sobre todo enviarla en el momento.

· Ni los drones ni los celulares ni el 4G pueden resolver mágicamente el problema de los medios hegemónicos. Pero es interesante pensar cómo dispositivos que no fueron diseñados ni comercializados para que las personas defiendan el derecho a la protesta, pueden y son utilizados para registrar la violencia institucional (también “autodefensa”).

· Y cuando hay organización colectiva pueden transformarse en herramientas para desmentir relatos oficiales y acompañar el desafío en la calle a las políticas que el poder y sus funcionarios de turno quieren imponer con mentiras y con represión.

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