Herencia, una novela sobre los días posteriores a la muerte de Franco y lo que podría haber ocurrido: Hay gente interesada en contar bulos

Compartir:

Entierro en el Valle de los Caídos del dictador Francisco Franco, tras su muerte por una insuficiencia cardíaca. (Europa Press)

Si la Historia formara parte de nuestro cuerpo sería una herida. En algunas ocasiones sangra, en otras hace ya mucho que ha cicatrizado, e incluso puede que ya nadie se acuerde de ella. Sobre las heridas de España se ha escrito mucho y, por si fuera poco, cada libro, cada noticia, cada decisión ha sido también discutida hasta la saciedad, sobre todo al tratarse de los acontecimientos de los últimos 100 años.

Herencia (Roca Editorial), la primera novela del periodista Jesús Gallego, parte del momento en el que, quizá, el Franquismo comenzó a convertirse en Historia: la muerte de un dictador que durante más de 35 años fue el símbolo de un país dividido entre vencedores y vencidos. Es, también, una historia de intrigas, de personajes de diferente edad, condición e ideología que, hasta sin quererlo, se ven envueltos en el destino aún por decidir de un país nuevo.

Pocos se imaginan el final de Herencia, como tampoco tampoco nadie, en aquella época, sabía a ciencia cierta lo que ocurriría tras el fallecimiento de Francisco Franco. En esa incertidumbre, esa mezcolanza de miedos e ilusiones, se mueven los sucesos que Jesús Gallego narra, afirma él, de una forma “aséptica”, es decir, sin favorecer a unos ni a otros. Más allá de eso, todos los personajes que aparecen, los que existieron y los que pudieron existir, albergan en su interior aquello que nos convierte en seres humanos. Una humanidad que ni siquiera la Historia y sus heridas pueden arrebatarnos, y que muchas veces solo los libros pueden rescatar.

‘Herencia’, la primera novela de Jesús Gallego. (Roca Editorial/Pengüin Random House)

-Pregunta: ¿‘Herencia’ es el resultado del trabajo de un periodista, de un historiador o de un escritor?

-Respuesta: El trabajo final es del escritor, pero la novela parte de un hecho intrigante que siempre tiene que suceder: un acontecimiento histórico. Esta novela partía de un hecho real del que yo me enteré cuando tenía siete años. Cuando murió Franco, mi madre había venido a pasar por delante de su cadáver, como cientos de miles de personas que vinieron de toda España. Hubo tres días y hubo gente esperando cuando empezó la misa. A mí me impactaba eso, pero me impactó sobre todo cuando, con el tiempo, me enteré de que mi abuelo había estado en la cárcel, juzgado por el Tribunal contra el comunismo y el Espionaje porque le dejó unas mulas al enlace de los maquis de la sierra. Le interrogaron con violencia y terminó en la cárcel de Cáceres y luego en la cárcel de Carabanchel, juzgado por un tribunal donde se condenaba a la gente a muerte. Yo tenía que contar eso, y esa percha me sirvió para enterarme de cómo fueron esos tres días desde que Franco murió hasta que lo enterraron. La cantidad de intrigas, de incertidumbres, de miedo, movimientos por arriba, movimientos por abajo. Partiendo de ese episodio, por así decirlo, familiar, yo quise dibujar cómo había sido todo aquel tiempo.

-P: ¿Qué recuerdos tienes de cuando murió Franco?

-R: El único recuerdo que tiene mi generación es que no fuimos al colegio. Yo sabía que en mi casa había inquietud: la radio, los discursos… Mi madre, que era una mujer muy sentimental, estaba triste. No sé si se escaparía alguna lágrima, incluso. A los niños pequeños no se les contaba lo que había sucedido. Algo que refleja perfectamente lo poco que sabíamos es que se sabía que había terrorismo, ya estaba actuando ETA. Recuerdo que mi madre lloraba cuando mataban a los guardiaciviles. Pero no sabíamos en Extremadura, ni en otros muchos lugares de España, que entre el año 73 y el 75, en Guipúzcoa se habían declarado 14 estados de excepción, lo que suponía que la Guardia Civil podía entrar en Rentería con diez coches, sacar a diez personas de donde fuera, llevárselas, que no se supiera de ellos durante cinco días y luego algunos volvían con un brazo roto y otros eran detenidos. El Ministerio prohibía a los medios informar sobre lo que sucedía durante el estado de excepción, los medios que informaban eran sancionados. Por eso, cuando yo descubría eso, era como ‘bueno, yo no tenía ni idea’. Además, nadie nos lo ha contado después, porque yo fui al colegio ya en democracia: educación general básica, BUP, universidad, y nadie nos ha contado eso.

-P: ¿No os lo enseñaban por falta de información o por querer enterrar una parte de la historia?

-R: Había una voluntad clara de enterrar esa parte de la historia. El hecho de que en en los temarios de BUP y de EGB no se hablara del final del franquismo. Se hablaba un poco de la guerra civil, Franco murió y llegó la democracia. Pero no se abundó en eso. Había una voluntad por parte de los gobiernos de no remover heridas y de no enfadar a determinados poderes que todavía seguían siendo importantes a pesar de que había llegado la democracia. Por ejemplo, es alucinante que durante tanto tiempo no se hablara de la existencia de campos de concentración después de la guerra ni de ejecuciones. Durante los años 40 había ejecuciones sin parar. Gente que era sacada de las cárceles, gente que era juzgada por el tribunal del espionaje y el comunismo y se les ejecutaba. Todo eso se silenció y no se estudió.

-P: Se lleva años hablando de la falta de conocimiento de los jóvenes sobre el franquismo y la Guerra Civil. ¿Es consecuencia de haber enterrado las cosas o es falta de curiosidad?

-R: Hay de todo. Ese afán por silenciar del que hablamos, que no fue llevado a la educación. Eso ha provocado el desconocimiento de mi generación que, en la mayoría de las personas, ha impedido esa transmisión familiar de lo que sucedió. No se contaba primero por la tradición de silencio. De lo de mi abuelo me enteré de chiripa porque en mi casa no se hablaba de ello. Esa tendencia a ocultar lo sucedido, por tapar heridas y por no remover conciencias, ha desprotegido a los últimos que han llegado. Les ha privado de un conocimiento total sobre lo que fue la dictadura. Con lo cual, un chaval de 14 años cómo va a saber cómo fue la dictadura, si primero sus padres no sabían lo que sucedió en la última parte de la dictadura. Lo llamativo sería que lo supiera. Esa es una de las razones, y otra es que las nuevas generaciones lidian con la influencia de las nuevas tecnologías, las pantallas, la distorsión y la manipulación: hay gente interesada en contar bulos de esa época. Hay que conseguir que la información sobre cómo fue el franquismo esté a disposición de las nuevas generaciones e incluso esté presente en los programas educativos. Si la gente no sabe qué sucedió en este país hace 50 años, ¿cómo va a actuar en consecuencia?

-P: ¿Y cómo ser consecuentes con una parte de la historia que no han vivido?

-R: Para mí han sido fundamentales las novelas de Almudena Grandes. A ella le debemos la recuperación de un conocimiento y de una serie de hechos que habían sido silenciados completamente. Por cómo contaba ella en sus novelas todo eso, te dabas cuenta de que había otra realidad a la que habías vivido tú en tu vida. Yo creo que la gente joven tiene un problema, y es que la lectura ha dejado de ser una parte fundamental, por así decirlo, de la formación de las personas. Tiene que haber una reordenación de las prioridades en educación para que la lectura vuelva a ser una parte fundamental y primordial.

-P: Y a nivel institucional, los actos que está haciendo el Gobierno y que han levantado tanta polémica, ¿también son necesarios?

-R: Yo creo que son necesarios porque, como estamos hablando, toda esa historia se ha silenciado. A mí no me gusta que los actos se tomen ni como una venganza, ni una demostración de que otros son los malos. Los actos son necesarios porque ese conocimiento es necesario, porque el hecho de que el régimen de Franco fuera un régimen asesino y opresor no hace mejor al PSOE ni hace peor al PP. El PSOE es lo que es ahora y el PP es lo que es ahora. No podemos mirarlos con 50 años de historia, con lo cual ni para unos tiene que ser bueno que se conozca ni para otros tiene que ser malo. Esto es positivo para todos, desde mi punto de vista.

Pedro Sánchez, durante su intervención en el primer acto por el 50 aniversario de la muerte de Franco. (Juanjo Martín/EFE)

-P: Más allá de tu historia familiar, ¿por qué decidiste centrarte en ese periodo?

-R: Yo enseguida me di cuenta de que no sabía nada. El trabajo de documentación que tiene la novela, que todo el mundo me dice que es tan exhaustivo, para mí todo eso ha sido un disfrute. No lo veo como un trabajo: ha sido enriquecedor leer libros. Yo empecé leyendo sobre la operación que se montó cuando murió Franco: cómo los embalsamadores estaban avisados, cómo fue el proceso degenerativo de la salud de Franco, cómo no quisieron llevarle inicialmente a La Paz y quisieron operarle en el palacio de El Pardo, que no estaba preparado. Empiezas a leer y de pronto te enteras de que montan un quirófano en el Palacio de El Pardo para intervenirle con todo el instrumental de un quirófano de campaña, y se va la luz porque el grupo eléctrico de El Pardo no podía soportar la cantidad de tensión que necesitaban. Tienen que apagar las luces de todos los cuarteles que había alrededor para poder utilizar eso. Según vas leyendo dices: ‘Dios mío, esto es acojonante’.

-P: ¿Todo se iba moviendo alrededor de la muerte de Franco?

-R: Le quedaba poco y había que irse moviendo para ver qué iba a pasar. Hay una reunión que tiene un sobrino de Franco, que se llama Nicolás, que va a París para reunirse con Carrillo, pero va en nombre del rey, que a pesar de que había jurado lealtad a las leyes del movimiento nacional y la continuidad de la decisión otorgada por el Generalísimo, se estaba moviendo con la oposición. Los duros del régimen sabían que el Rey iba a traicionar a Franco. Hay un momento de lucha de poderes que yo desconocía: intentan hacerle ver a Franco que el Rey no es leal, que ha elegido mal. Y entonces hay un movimiento para que rectifique y nombre a Alfonso de Borbón, que es el marido de la nieta de Franco. Ese movimiento quien más lo lleva es la propia familia de Franco, el marqués de Villaverde, porque su hija hubiera sido reina de España y Alfonso de Borbón hubiera sido una pieza mucho más controlada para tener una transición más atada o incluso contenida.

-P: Llama mucho la atención también la descripción que haces de la muerte de Franco, que fue horrorosa. ¿Crees que se intentó alargar lo máximo posible su vida?

-R: De todo lo que he leído hay una conclusión clarísima, y es que los últimos meses de la vida de Franco, el que decide todo lo que pasa con él es el marqués de Villaverde, el marido de su hija. Ese proceso se alarga. Por una parte, había esperanzas de que él todavía cambiase su decisión sobre Juan Carlos. Y luego había otra razón, porque la familia Franco tenía incertidumbre. Llegó a haber un rumor que decía que en cuanto muriera Franco, habría una revuelta en la calle y tomarían el palacio de El Pardo, como en la Revolución Francesa. Había temor a que eso sucediera y por eso se aguantaba, se le mantuvo con vida mucho tiempo, enganchado. Yo creo que no se le decidió desconectar hasta que ya era una cosa terrible mantenerlo así. Hay un un pasaje del libro que me resultó muy interesante escribir, que por supuesto está novelado, que es el proceso de embalsamamiento. Cuando llegan los embalsamadores y se encuentran el cadáver de Franco y tienen que coserle la boca, coserle el ano, porque esos orificios en el embalsamamiento tienen que cerrarse para que luego no supuren, (Franco) tenía todo tipo de costuras porque le habían hecho de todo. Cuenta el doctor Pozuelo en su libro que, una vez, cuando llevaba ya intubado no sé cuánto tiempo, con un hilillo de voz le dice: “Doctor, terminen ya”. Quería morirse, como cualquier anciano que está sufriendo.

-P: ¿Destacarías otro momento de esos días al que no se le haya dado la importancia que merece?

-R: Los funerales. Si miras las imágenes y lees la prensa de entonces, la representación internacional que fue al entierro y a la misa que se da en la explanada del Palacio Real, eran cuatro gatos: el vicepresidente de los Estados Unidos, Hussein de Jordania, que no era nadie internacionalmente, Rainiero de Mónaco… y Pinochet e Imelda Marcos en la primera fila: dos dictadores que en ese instante estaban matando sin parar en su país. En Chile, la DINA estaba por las calles cometiendo atrocidades, estaban tirando a los tíos desde los aviones, y en Filipinas estaban haciendo lo mismo, tras una revuelta de estudiantes se los estaban cargando. En nuestro país se les vendía como máximos mandatarios que habían venido a despedir al general. No había ningún presidente de gobierno europeo ni nada. Me llama la atención eso, porque refleja muy bien en qué lugar del mundo estaba España entonces.

Vista del féretro, tapado por la bandera y el escudo de España durante el franquismo, que contiene el cuerpo del dictador Francisco Franco, antes de su sepultura en el interior de la Basílica del Valle de los Caídos, a 23 de noviembre de 1975. (Europa Press)

-P: ¿Quedan cosas por saber de aquella época?

-R: Seguro. Por ejemplo, el rey no ha contado nada. Yo he visto entrevistas que le hacen de cómo era su relación con Franco y dice banalidades. No cuenta todo lo que de verdad debió vivir. Hay en el libro pasajes donde se muestra que, cuando Franco estaba enfermo, el rey asumía los poderes de la Jefatura del Estado, pero de manera provisional. Hay episodios donde él no quiere asumirlos porque, aunque va a decir algo y quiere mandar, no manda. Todo ese proceso no está contado e, indudablemente, Juan Carlos debió recibir unas presiones brutales.

-P: No sé yo si al rey le gustará el libro.

-R: El rey no sale mal parado. Queda como una pieza que no le gusta a casi nadie. Por supuesto, a los que le quieren cambiar por Alfonso de Borbón no les gusta y saben que está moviéndose. Pero es que a la oposición tampoco le convenció. Santiago Carrillo y otros miembros de la Junta consideraban a Juan Carlos influido desde pequeño por Franco. Pensaban que no iba a abrirse a las libertades. Hay otro capítulo del libro donde también se ve: en la separación que hay en ETA entre la rama político-militar y ETA militar, cuando Franco va a morir, ETA político-militar decide dejar de matar. Y como va a haber un cambio, empezar a participar en la acción política normal. Los de ETA militar dicen que no, porque Juan Carlos es un heredero del franquismo, representa la represión y todo va a seguir igual. Es decir, que el rey no convencía a casi nadie.

El féretro del dictador Francisco Franco sale a hombros de la Basílica del Valle de los Caídos.

-P: Quizá por eso fuera el indicado.

-R: Puede ser. Luego, si tú lo miras con perspectiva, indudablemente el rey engañó a Franco y engañó al franquismo. Hay una imagen que es brutal, en el año 1969, que es cuando Franco elige al rey y le designa como heredero y va a las Cortes. Allí no sale por unanimidad: los carlistas no le votan y hay otros muy duros que tampoco. Pero bueno, gana la votación. Y en el discurso, el único momento de mayor ovación es cuando dice: “Porque recibo el poder legítimamente conseguido con el movimiento del 18 de julio”. Entonces, se levantan todos y los franquistas aplauden unánimemente. Claro, tú habías jurado los principios del movimiento, habías dicho que los ibas a respetar y no lo haces. Es más, hay un detalle que me encantó descubrir: la Confederación Nacional de Excombatientes y otras asociaciones querían someterle a un juramento. Se quería que el rey se sometiera a un acto público delante de los excombatientes y la Falange para que jurase que iba a mantener esto.

-P: Para terminar, si tuvieras la seguridad de que se lo leería, ¿a quién le regalarías el libro?

-R: Pues el libro se lo regalaría, y para mí sería muy emocionante que lo leyera, a Juan Gabriel Vásquez, el escritor colombiano que para mí ha sido de una influencia brutal. Creo que sus libros me han descubierto una manera de contar la historia a la que no pueden llegar ni el periodismo ni la historiografía.

También puede interesarte

Las razones del fenómeno Franco Colapinto que se está gestando en la Fórmula 1

“Fue muy simpático. Hacía falta alguien así en la Fórmula 1, muy normal. Porque ahí es todo...

La vuelta a Mestalla: camiseta especial, ‘senyera’ gigante y protagonismo a afectados

Valencia, 21 nov (EFE).- La vuelta a Mestalla del Valencia este sábado tras la dana estará marcada por...

Nuevos montos de multas de tránsito en Santa Fe

La Municipalidad dio a conocer los actuales valores Exceso de velocidad y alcoholemia y...