Una ráfaga de tiros en la puerta de la pizzería: el final de Fernando Abal Medina, el joven católico y montonero que mató a Aramburu

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Entre las muertes de Fernando Abal Medina y Juan Manuel Abal Medina, fallecido en junio de 2025, pasaron 55 años. El mismo tiempo que separa el presente de la muerte del más chico de los dos hermanos. Hace más de 60 años las dos vidas iban juntas, en un país que era muy distinto.

Juan Manuel “empezó a enterarse” del destino final de Fernando en un encuentro con Leopoldo Marechal. En esos días, en contra del consejo de su hermano, Fernando había desertado del servicio militar y la familia no lo ubicaba por ninguna parte. Había ocurrido el secuestro y la ejecución del general Pedro Eugenio Aramburu, un hecho muy conmocionante, y Juan Manuel tenía un mal pálpito.

La corazonada pasó casi a certeza cuando el escritor le contó que hacía un tiempo con Fernando habían estado conversando sobre su flamante novela Megafón y la Guerra, en especial sobre el capítulo Rapsodia VI, donde se relata la captura de un general.

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“Marechal nos dijo que era una referencia obvia a Aramburu. Pensaba que mi hermano Fernando estaba por lanzar una guerrilla urbana”, cuenta Juan Manuel en su libro Conocer a Perón.

La asociación era completamente lógica. Y en el último encuentro de su vida con su hermano Juan Manuel confirmó lo que ya daba por seguro. Con el secreto de los movimientos de la época, lo citaron en una esquina de la avenida Rivadavia y en ese lugar lo chistaron desde un auto. Subió, dieron unas vueltas, y en un momento subió Fernando, al asiento de atrás.

“Sí, sí, claro”, respondió cuando Juan Manuel le preguntó si habían sido ellos quienes habían secuestrado y matado a Aramburu. Después le dijo: “Matar es tremendo, es terrible”. Juan Manuel le propuso ayudarlo para sacarlo del país. Fernando le respondió que tenían todo controlado, que estaban seguros. Le apretó los hombros a Juan Manuel, que le agarró la mano.

Eso fue lo último. Lo volvió a ver ya muerto, el 7 de septiembre de ese 1970, cuando le tocó ir a reconocer el cuerpo.

Fernando Abal Medina: un precoz en la política

Juan Manuel y Fernando Abal Medina se formaron en un hogar de activistas de la Acción Católica. Eran chicos del centro de la Ciudad, alumnos del Nacional Buenos Aires. Leídos y precoces en la política. La primera gran experiencia con la calle fue en 1959, en la toma del frigorífico Lisandro de la Torre, un hito de la resistencia del peronismo proscripto. Ese día hubo represión, tiros, corridas. Para entonces ya se habían fogueado en la disputa por la educación “laica o libre” mientras consolidaban su pensamiento en las ideas del nacionalismo. Leopoldo Marechal fue una gran influencia. Años después, Juan Manuel diría que su hermano no era fascista ni mucho menos marxista”, sino “peronista marechaliano”.

Fernando era un católico más ferviente que Juan Manuel. Los dos eran seguidores de José Gervasio Artigas y Juan Manuel cuenta que fueron los matices dentro de ese “artiguismo” las que provocaron las primeras diferencias entre esos dos chicos adolescentes. Las cosas tan de esa época única.

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En 1970 los hermanos estaba algo distanciados también físicamente. Fernando aparecía poco por la casa familiar y Juan Manuel, a cargo de la redacción de la revista Azul y Blanco, se había transformado en una referencia política e intelectual del nacionalismo joven. Para entonces tenían 23 y 25 años

El 7 de septiembre, a Juan Manuel lo llamaron de una comisaría para decirle que tenían que darle una mala noticia. Un rato después fueron a verlo al departamento familiar de la calle Moreno y supo que habían matado a su hermano.

Lo que sigue son datos, historia más conocida:

  • El 29 de mayo de 1970, Pedro Eugenio Aramburu, expresidente de facto, símbolo del antiperonismo, fue secuestrado por un comando que entró con uniformes a su departamento con el falso argumento de que llegaban para custodiarlo. El 1 de junio, en un campo de la localidad de Timote, en la provincia de Buenos Aires, fue ejecutado, luego de un “juicio popular” que incluyó, entre los cargos, el robo y las vejaciones que había sufrido el cadáver de Eva Perón.
  • Esa fue la presentación en público de la organización guerrillera Montoneros. Aramburu fue aseinado de tres tiros. El autor de los balazos fue Fernando Abal Medina, jefe del comando “Juan José Valle”, que homenajeaba al general peronista fusilado en 1956 por el régimen que derrocó a Juan Domingo Perón.
  • El grupo ya había concretado varias operaciones para hacerse de dinero, arma y uniformes. Un asalto al Banco de Córdoba, otro a un destacamento policial en San Miguel, otro a una sede de la Policía Federal, y uno más a un garage donde robaron una auto y una camioneta, que se usaron para el secuestro de Aramburu.
  • La última operación armada en la que participó Fernando Abal Medina fue el 1 de septiembre de ese 1970, en Ramos Mejía. Un comando bajo su coordinación asaltó la sucursal del Banco Galicia y robó unos 36.000 dólares.​
  • El lunes 7 de septiembre, Abal Medina y otros jefes montoneros, entre ellos su pareja Norma Arrostito y Mario Eduardo Firmenich habían acordado reunirse en la pizzería La Rueda, a una cuadra de la estación William Morris.
  • Policías alertados por los movimientos entraron al local. Abal Medina los engañó momentáneamente al presentar un carnet falso de la fuerza. Pero en la vereda se inició un tiroteo. Carlos Gustavo Ramus, uno de los integrantes del grupo, fue el primero en morir, cuando explotó una granada que tenía en su mano.
  • Dos miembros del grupo huyeron, otro fue detenido. Arrostito y Firmenich, quienes estaban llegando tarde, vieron el revuelo y escaparon.
  • En el tiroteo, Fernando Abal Medina recibió un tiro en el pecho y cayó en la vereda de la pizzería. Murió desangrado una hora después.Cuando reconoció el cadáver, su hermano vio que se había dejado un bigote, seguramente para disimular el rostro que mostraban los afiches desplegados en la calle pidiendo su captura y la de otros jefes.

El velorio fue en la casa de la familia en la calle Moreno 1130. El ataúd estaba delante de un cuadro del fusilamiento de Dorrego, con la inscripción “Han de estar contentos los salvajes unitarios, Lavalle ha mando a matar al más valiente».

De forma planeada, a las 20.25 (la hora mítica de la muerte de Evita) llegó la corona enviada por Juan Domingo Perón, exiliado por entonces en Madrid. Más adelante, cuando tenía apenas 27 años, Juan Manuel se convertiría en el secretario general del Movimiento Peronista, nombrado por el líder.

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El cuerpo de Fernando salió de la casa el 9 de septiembre a la mañana. En la calle cantaron el Himno y vivaron a Perón y a la Patria.

Hubo un breve responso en la iglesia de Montserrat, a la vuelta, y salieron hacia la iglesia San Francisco Solano, en Mataderos, donde esperaba el cortejo de Carlos Gustavo Ramus.

En la misa participó el padre Carlos Mugica. «Quiero pedir pedon porque me siento en parte responsable de esta ola de violencia que hay hoy nuestra patria, por mi cobardía, por mi indiferencia, por mi falta de compromiso», dijo. Y pidió a Dios que llevara a los muertos «a la vida eterna, que no hayan muerto en vano».

También habló el padre Hernán Benítez, cercano a Isabel Perón.“La imagen de Cristo vuelve a repetirse en nuestro mundo”, fue una de sus frases.

El ataúd de Fernando Abal Medina iba cubierto por una bandera argentina, que fue retirada por orden de la Policía para la llegada al cementerio.

En la Chacarita, golpeado pero a la vez circunspecto, vestido con un traje ocuro y corbata, Juan Manuel Abal Medina leyó un discurso con una prosa tal vez no tan particular para la época:

«No hablo como amigo o ni como heramano, antes bien como camarada. En vez de acogerme al derecho al consuelo, vengo a recordar el deber que nace de lo irreversible. Habló tan sólo del único deber que nos convoca, una guerra justa por la tierra carnal«.

Siguió: «Frente a la Argentina melancólica de ahora, estos cuerpos, montoneros de la ciudad terrena que han alcanzado ya la ciudad celeste, representan a la argentina prometida que Dios quizo que naciera al amor de su coraje y sus silencios».

El cuerpo de su hermano fue inhumado al vencimiento del plazo y trasladado a otro lugar que se mantuvo en la discreción. Años después la familia compró un panteón en la Recoleta, donde el cuerpo descansa no tan lejos de la bóveda de Aramburu.

LT

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