La Provincia expuso las peleas internas del PJ y la fragilidad del acuerdo LLA-PRO

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Entre la amenaza libertaria de terminar con el kirchnerismo y el objetivo peronista de evitar el desembarco de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires. Con frágiles pactos de unidad, apretados y a los empujones. Así se cerraron las listas de los candidatos que competirán en las elecciones desdobladas del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires.

En los dos vértices de la hiperpolarización que se avecina hubo tironeos de último momento para un comicio inédito, en el que podrán participar 14.376.592 bonaerenses y extranjeros habilitados para votar. Será la primera de las dos visitas que se concretarán este año y por eso el cierre de este sábado implicó una compleja negociación política en cada espacio: es la primera vez que los votantes no encontrarán una oferta nacional, sino candidatos a legisladores provinciales, concejales y Consejeros Escolares.

A pesar de las categorías territoriales, será una elección de alcance nacional. Se presentaron nueve frentes: Fuerza Patria, La Libertad Avanza; Somos Buenos Aires, FIT-U, Avanza Libertad, Es con vos, Es con nosotros, Nuevos Aires, Potencia; y Unión y Libertad. Sin embargo la contienda estará protagonizada por Fuerza Patria, que fue el resultado de una tregua provisoria entre los socios que integran el peronismo, para confrontar con el acuerdo de La Libertad Avanza con el PRO, donde la oferta electoral será violeta, sin rastros de macrismo, y estará concentrada en capitalizar el peso del estreno para “pintar” de ese color los distritos del interior de la Provincia, como una forma de compensar una posible derrota en manos del peronismo en las principales secciones electorales del conurbano bonaerense. De esa tensión, especialmente entre macristas y libertarios, la tercera vía de Somos Buenos Aires, se constituye como un polo de atracción armado por radicales y schiarettistas, donde se acercaron los malheridos del PRO que se resisten a aceptar la imposición 75/25 que aplica el armador electoral de LLA, Sebastián Pareja, por encima de los planteos de Cristian Ritondo, el negociador y titular del PRO bonaerense, que afronta el momento más difícil del acuerdo.

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En cada uno de los principales espacios, las tribus internas pactaron mantenerse unidas con tal de ganarle al otro. Tanto el peronismo como la alianza de la derecha comparten una particularidad en común: en esta elección que se viene en septiembre no hay candidatos que sean más importantes que los sellos que integran y, como quedaron las alianzas, será una confrontación con poco margen para terceras opciones. La nacionalización de los comicios bonaerenses resulta ineludible después de las elecciones porteñas, también desdobladas, del 18 de mayo, donde el macrismo que jugaba de local quedó en cuarto lugar. De aquella foto que tuvo proyección nacional, el Gobierno consiguió condicionar al PRO en un acuerdo electoral donde el único aglutinante es la premisa de derrotar al kirchnerismo y, en especial, al gobernador Kicillof. Aún así, el frente anti-K no alcanzó y el partido amarillo se partió, al calor del desacuerdo de un puñado de intendentes del PRO que solo ven en ese frente la capitulación final del partido que conduce Mauricio Macri. Un miedo que es quizás más poderoso que el temor a perder, con un agravante que refleja la fragilidad de las negociaciones alcanzadas. Los que eligieron dejar el acuerdo del PRO con LLA sostienen que no pueden compartir una lista a nivel provincial, cuando en sus distritos esa misma fuerza resulta una oposición letal.

Faltan cincuenta días para la visita al cuarto oscuro. Cada sector interno de las dos principales alianzas que competirán mantendrán en segundo plano las diferencias. Cuando se conozcan los resultados, el espacio perdedor no sólo deberá remontar la tendencia para la siguiente escala, para las nacionales del 26 de octubre, sino que tendrá que mantener una unidad que, sin victoria, puede dejar lugar para una nueva pelea de todos contra todos.

En las negociaciones que cerraron esta medianoche se vivió, mas que nunca, la complejidad de la territorialidad bonaerense, con un renovado protagonismo de los intendentes, que hicieron valer sus posiciones en defensa propia. Ya se sabe: no es una elección, sino ocho, por cada una de las secciones electorales en la que está repartido el mayor distrito electoral, que concentra el 36% del padrón nacional. En ese universo, la primera y la tercera sección electoral tienen un calibre actualizado que refleja la importancia de lo que estará en juego. La primera sección concentra 23 distritos del conurbano norte y oeste y tiene 5.131.861 electores. La tercera, que abarca a los 18 municipios del sur del Conurbano, tiene 5.101.177 votantes. En ambas secciones está más del 55% de los 14 millones habilitados.

En el sur, para el peronismo, se trata de un desafío doble. Era el distrito donde CFK planeaba presentarse como candidata a legisladora provincial. Desde que la Corte confirmó la condena, el PJ perdió a su principal candidata y La Cámpora extendió su pelea con Kicillof y el massismo.

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