El presidente Donald Trump confirmó el miércoles que pidió al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que no atacara las instalaciones nucleares iraníes la semana anterior, señalando que las negociaciones entre Washington y Teherán estaban avanzando de forma positiva.
»Estamos muy cerca de una solución», afirmó Trump, quien subrayó su deseo de alcanzar un acuerdo fuerte que impida a Irán desarrollar armas nucleares sin recurrir a la violencia.
Desde su regreso al poder en enero, Trump ha aplicado estrictamente las sanciones contra Irán, especialmente las relacionadas con exportaciones de petróleo, y ha reabierto canales de negociación directa con el régimen iraní.
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Estas conversaciones han tenido como objetivo restringir el programa nuclear de Teherán a cambio de alivio económico. El vicepresidente JD Vance también expresó optimismo sobre la posibilidad de permitir a Irán desarrollar un programa nuclear civil bajo estricta supervisión internacional, mientras se le impide adquirir capacidad armamentista.
En paralelo, Arabia Saudita ha intervenido diplomáticamente para evitar un conflicto en la región. En abril, el ministro de Defensa saudí, el príncipe Khalid bin Salman, entregó en Teherán un mensaje del rey Salman al líder supremo iraní, Alí Khameneí.
Dentro de dicha reunión, que contó con la presencia del presidente iraní Masoud Pezeshkian, el jefe del Estado Mayor Mohammad Bagheri y el canciller Abbas Araqchi, el príncipe Khalid advirtió que Trump tiene poca paciencia para negociaciones prolongadas y que un fracaso podría conducir a un ataque israelí.
El príncipe insistió en que la región no podía permitirse una nueva escalada, dada la ya tensa situación provocada por los conflictos en Gaza y Líbano. Esta visita representó un hito, siendo la primera de un alto miembro de la familia real saudí a Irán en más de dos décadas, y reflejó el nuevo enfoque diplomático de Riad tras el restablecimiento de relaciones con Teherán mediado por China en 2023.
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La posición regional de Irán ha quedado debilitada por varios frentes: la pérdida de aliados clave como el régimen de Bashar al-Assad en Siria, los golpes militares israelíes a Hezbollah y Hamás, y el deterioro de su economía por las sanciones.
Esta fragilidad ha permitido a Arabia Saudita asumir un papel más activo en la contención diplomática del conflicto. Según expertos, el reino saudí quiere evitar una guerra que podría afectar negativamente sus planes de desarrollo económico.
Durante la reunión en Teherán, las autoridades iraníes manifestaron interés en alcanzar un acuerdo para aliviar la presión económica, pero también expresaron reservas sobre la imprevisibilidad de la administración Trump, especialmente en lo que respecta a su demanda de desmantelamiento total del programa de enriquecimiento de uranio.
Aun así, se mencionó que Irán podría pausar temporalmente el enriquecimiento si Estados Unidos desbloquea fondos iraníes congelados y reconoce su derecho al uso civil de la energía nuclear. Sin embargo, tanto Irán como Estados Unidos han desmentido oficialmente este posible compromiso.
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Mientras tanto, Trump continúa ejerciendo presión sobre Netanyahu para que no interfiera en las negociaciones con acciones militares. El presidente destacó que un acuerdo sería más sólido que el firmado bajo Barack Obama en 2015 (el Plan de Acción Integral Conjunto, JCPOA), e incluiría el derecho de inspección y medidas preventivas sin necesidad de violencia letal.
Finalmente, Trump reafirmó que su gobierno contempla dos opciones: una solución negociada beneficiosa para Irán y su pueblo, o una respuesta severa si Teherán persiste en su ambición nuclear.
La opción de permitir que Irán obtenga un arma nuclear, advirtió, está totalmente descartada. Arabia Saudita, por su parte, ha dejado claro que no permitirá que su territorio sea usado para operaciones militares contra Irán, buscando mantener la estabilidad regional.
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