Tormentas, incendios y olas de calor: la nueva normalidad climática en Argentina

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La duda no es si llegarán, sino cuándo. Y, más importante aún, ¿qué podemos hacer rápidamente para adaptarnos a los fenómenos climáticos violentos –inundaciones, tormentas, crecidas, olas de calor- que llegarán con cada vez mayor frecuencia en los próximos años?

El primer concepto a recordar es que estas catástrofes llegaron para quedarse. Por más que ciertas corrientes políticas internacionales nieguen el cambio climático, lo cierto es que la ciencia lo tiene comprobado con una verdadera catarata de trabajos científicos concordantes. Y dicho aumento de la temperatura global se relaciona con estos episodios meteorológicos violentos (ver recuadro).

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“Nosotros, desde Greenpeace, analizamos estos fenómenos ambientales desde hace tiempo. Y lo primero que surge, tras revisar los informes y ver los antecedentes, es obvio: ya teníamos advertencias y suficiente evidencia científica acerca de que esto podía suceder en Bahía Blanca”, le dijo a PERFIL el biólogo Matías Arrigazzi, un experto dedicado a la conservación de la biodiversidad. Y este experto, que actualmente trabaja para la ONG Greenpeace, agregó: “Por eso mismo, podemos decir que volverá a pasar algo similar en el futuro”.

Arrigazzi detalló que ya en 2021 se publicó un completo informe preparado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en el que participan cientos de los científicos más destacados del planeta, incluyendo varios argentinos. Allí se puso en blanco sobre negro cómo será la agudización de los diferentes fenómenos climáticos –sequías, tormentas, huracanes, olas de calor, etc.– con el paso de los años.

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También, recuerda, hay trabajos hechos por tesistas del Conicet que analizaron en detalle lo que pasó con la lluvia, en particular en el sur de la provincia de Buenos Aires a lo largo de las últimas décadas, y que muestran un aumento leve pero sostenido de la lluvia caída. “Y tenemos estudios que relevan cómo creció la urbanización en esa zona y cómo fue cambiando el uso del suelo, disminuyendo la tierra disponible capaz de absorber el agua de lluvia excesiva”.

–¿Qué podemos hacer ahora?

–Lo primordial es terminar de auxiliar a la gente. Pero luego, de inmediato, hay que comenzar a planificar y empezar con las tareas de mitigación para todo lo que genera el cambio climático. Tenemos que analizar bien qué hacer y qué no, porque hay etapas que ya se nos pasaron y quedaron atrás. Por otra parte, debemos pensar en cómo lograr la adaptación de la infraestructura y de la sociedad en general. Básicamente, entendiendo que estos fenómenos extremos ya no son extraordinarios ni algo único, sino que se repetirán: lamentablemente, veremos más tormentas violentas, olas de calor extendidas y lluvias torrenciales. Ese tipo de sucesos exacerbados ocurrirán, y pronto, en diferentes partes del país y de la región.

–¿Los incendios también?

–También seguiremos viendo cómo aumentan los ciclos de sequías y, con ello, las dinámicas que promueven los incendios. Es que, si bien siempre hubo fenómenos de este tipo, ahora los vemos agravados por el cambio climático. Eso ya no puede ser debatido.

Otro factor que influye en agravar las inundaciones es el uso que se le da a la tierra. “El cambio del uso del suelo, los monocultivos, los desmontes, la falta de raíces, provocan que la tierra se impermeabilice y así los campos se convierten en un tobogán de agua, lo que agrava las inundaciones en las zonas rurales”.

Urbanizaciones erradas

Arrigazzi también destacó que, en las ciudades, con la mayor cantidad de asfalto y hormigón, se van perdiendo árboles y zonas verdes que contribuirían a contener el agua y a hacer más lenta su acumulación. La urbanización no planificada agrava las inundaciones, especialmente en las zonas bajas, que suelen ser las más desguarnecidas social y económicamente.

Para adaptarnos, hay que atacar el tema en diferentes escalas: desde obras y canales para mejorar el drenaje hasta elegir y usar nuevos materiales en, por ejemplo, veredas y calzadas, hechos de forma tal que permitan que parte de la lluvia sea absorbida en el lugar. También podemos plantar arbustos autóctonos y árboles con copas que cumplan funciones tanto con las lluvias violentas como dando sombra durante una ola de calor. Se puede estimular la construcción de los llamados techos “verdes”, con vegetación en cada terraza de una ciudad, y otras medidas similares.

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Lo que es seguro es que estas planificaciones las deben hacer equipos de expertos de diferentes disciplinas, que sumen campos de conocimiento. De esa manera no solo obtendremos una solución más eficiente y amigable para el ambiente, sino también más económica, porque suelen implicar inversiones menores que, por ejemplo, hacer obras tradicionales de desagüe.

Mejoras posibles

Otro punto que Arrigazzi destaca para los próximos tiempos es la necesidad de contar con instituciones preparadas y eficientes para lidiar con estas temáticas que vendrán. “Desde un Sistema de Manejo del Fuego y brigadas de lucha contra incendios bien equipadas, hasta un Servicio Meteorológico Nacional con profesionales y equipos para seguir mejorando los pronósticos y poder dar alertas precisas, como ya pasó en Bahía Blanca, donde regía, desde hacía varias horas, una alerta roja para la región”.

Además, estos fenómenos climáticos violentos no solo se repetirán, sino que se darán en simultáneo en varias regiones diferentes, pronostica el experto de Greenpeace. “De hecho”, recordó, “en la misma semana de la crisis de Bahía Blanca hubo inundaciones en cinco provincias”.

También debemos educar a la gente, realizar simulacros y planes, para que todos sepan cómo actuar y dónde dirigirse en una situación de riesgo. “En otras palabras”, concluyó, “no podemos esperar que esto se solucione mágicamente y por sí solo”.

No hay debate: fue una consecuencia del cambio climático

Hay personas y grupos que todavía dudan de la relación entre el cambio climático y fenómenos como la tormenta extrema que cayó sobre Bahía Blanca. Un grupo de investigadores del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, en el que trabajan expertos de la UBA y del Conicet, acaba de concluir un análisis preliminar en el que determinó que la inundación del 7 de marzo pasado, generada por un precipitaciones sin precedentes, se debió principalmente al cambio climático provocado por la actividad humana.

Los investigadores forman parte de “ClimaMeter”, un consorcio científico que estudia fenómenos meteorológicos extremos buscando comprender sus causas, en un marco experimental ágil, basado en el análisis comparado de situaciones meteorológicas similares ya acaecidas.

“Esta metodología”, detalló Marisol Osman, profesora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera en la Facultad de Exactas, en la publicación especializada Nex Ciencia, “consiste en analizar eventos similares en el registro histórico de una misma región, con el objetivo de detectar, si es que existe, las huellas del cambio climático”. Así, buscan responder a una pregunta clave: ¿cómo contribuyó esa situación a este evento en particular?

Según Osman se analizaron las condiciones meteorológicas registradas en sucesos similares del siglo pasado y se compararon con los de los últimos años. A grandes rasgos, vieron que no hubo cambios significativos en las mediciones de presión atmosférica, ni en los rangos de temperatura o vientos.

En cambio, sí encontraron diferencias notorias en las precipitaciones registradas para eventos similares desde 1950: vieron un aumento de hasta 4 milímetros más por día de lluvia, en promedio, lo que significa un aumento del 7% en cantidad de agua, en lo que va de este siglo en comparación con el anterior.

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Al considerar todos estos factores, la experta afirmó que “no ha habido cambios sustanciales en los otros factores». Por eso, el papel del cambio climático resulta evidente en el aumento de las precipitaciones. Y, desde luego, la variable central que ha cambiado en estas décadas es el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera”.

En resumen, los expertos atribuyen este evento extremo, impulsado por condiciones meteorológicas excepcionales, al cambio climático de origen humano.

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