Si ves un chirimbolo luminoso dando vueltas, sabés que de lejos que ahí hay una barbería: por qué lo usan y de dónde viene?

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Guillermo Correa

Pocos o nadie tiene certeza de cómo y cuándo volvió a surgir el oficio, que viene de tiempos remotos, pero ahora es difícil transitar por la ciudad sin toparse con un extraño artefacto luminoso, un cilindro de vidrio que adentro tiene otro cilindro con franjas de colores rojo, azul y blanco dispuestas en espiral. Se trata del “pole barber”, un símbolo que también tiene un origen antiguo, y que hoy orienta desde lejos, llamando la atención de cualquier persona, sobre qué tipo de comercio y servicio está localizado allí. Las barberías resurgieron con una impronta totalmente nueva y distinta, con matices que combinan distintas épocas y cuidados detalles como poder acompañar con un vaso de whisky u otra bebida la espera de un turno, o mirar batería de productos para el cuidado personal y de aspecto, exclusivamente dirigidos a un público masculino. En la actualidad, una barbería tiene sentido si hay barbas, y los vaivenes de la moda volvieron a poner “pelos en la cara” a los hombres, una estética que supo tener mala prensa en diferentes épocas históricas de la Argentina, especialmente en entornos de dictadura. Según la época, la misión del barbero no era hacer un corte o un mantenimiento, sino más bien no dejar ni trazas de vello, dejar rostros límpidos. Ahora, con el nicho comercial en plenitud, no parece que puedan retornar viejos prejuicios. Sí otras raíces, ya que el desarrollo profesional de los nuevos y jóvenes barberos los lleva a ofrecer rasuramientos con máquina eléctrica tanto como el estilo artesanal de hacerlo a navaja. Tanto la herramienta de filo como el palo de barbería vienen de la Edad Media, cuando el barbero podía oficiar también de cirujano o de dentista, y así arrancó el símbolo que hoy se enciende a control remoto para que dé vueltas con una luz en su interior.

Origen

La enciclopedia virtual Wikipedia dice que el origen de las barberías se remonta al siglo XII, mucho antes que distintas profesiones evolucionaran y se separaran. En la Europa medieval, personas enfermas acudían a las barberías para hacerse sangrías, una práctica médica que permaneció en uso extendido por más de dos milenios, desde la antigüedad hasta el siglo XVIII.

Con sus navajas, los barberos hacían cortes para drenar la sangre, primero como asistentes de monjes, y después por cuenta propia. Y también extendían su oficio a la extracción de muelas, en tiempos que la odontología todavía era inexistente como tal. Y tanto una como otra práctica generaban considerables flujos de sangre, lo que requería un constante uso y recambio de la capa de corte, el manto que hoy en día se sigue utilizando, a veces con forma de bata, para cubrir la ropa de las personas en un corte de cabello. Hoy es de diferentes colores, muchas veces asociados a la identidad elegida para el lugar pero entre medio y un milenio atrás eran telas blancas de algodón que se utilizaban, se manchaban y se depositaban encima de una suerte de poste en el exterior del local. Así, en cada jornada laboral el poste iba quedando con un trapo encima de otro, hasta que llegaban personas a retirarlos: eran las que trabajaban en el lavado de las cubiertas, que traían la nueva tanda de limpias para el día siguiente, y se llevaban las sucias. Pero hasta entonces, cualquier forastero que divisaba el poste cercano a la puerta con una montaña de trapos blancos y rojos, sabía que allí había una barbería.

La mano de la Iglesia

La historia cuenta que el papa Alejandro III, en 1163, prohibió que miembros de la Iglesia continuaran realizando sangrías. Y la negativa de médicos a hacer esta práctica –se dice que porque la consideraban demasiado simple– hicieron que las barberías brindaran el servicio casi en forma exclusiva. Además, seguían sacando dientes, curando heridas y no pocos también aprendían a ser “hueseros”, disciplina que consiste en manipular tejido muscular o tejido óseo para resolver ciertas dolencias. Hoy la practican osteópatas y quiroprácticos.

Además de un amplio abanico de servicios las barberías fueron, también, lugares de encuentro, de relacionamiento, incluso de conspiración. Y se expandieron.

Con el barbero concentrando oficios, los postes rojos y blancos se convirtieron en un símbolo, un detalle evidente para una población europea de cualquier región, que en el Medioevo era, mayoritariamente, analfabeta.

Pero con la diferenciación de las profesiones llegó el cambio: según se referencia en Wikipedia, y entre los años 1745 y 1800 se produjo una escición en el Venerable Gremio de Barberos que separó a quienes trabajaban sobre el aspecto y quienes lo hacían sobre la salud. Así, el símbolo con los coleres rojo y blanco quedaría reservado particularmente a los cirujanos, encargados de cuestiones puramente médicas, mientras que los barberos sumarían el color azul como representación única de su propia profesión.

Un poste que gira

Despojados de prácticas ajenas a su desempeño, los barberos regresaron a su misión original, y su especialización los terminaría diferenciando incluso de los peluqueros: unos se especializan en el casco, otros en el rostro. Y en la actualidad, salvo pocas excepciones, a través de un amplio consenso social y la implementación de políticas de Estado, el analfabetismo ha sido reducido a una mínima expresión, y hasta erradicado por completo en algunos países, por lo que además de carteles, las actuales peluquerías incluso colocan en sus vidrieras los precios de los cortes, tinturas y otros servicios que se brindan.

Pero con la restauración del oficio de antaño volvieron las barberías, y también los postes afuera del comercio, más llamativos y curiosos que cualquier cartelería.

Claro, ahora son muchos más modernos: tienen pequeños motores para hacer giratorio el cilintro tricolor interior, y dentro de este último, luces led. Varios rubros industriales confluyen en los actuales “pole barber” fabricados en serie, por si diversidad de materiales: intervienen el vidrio, el acrílico, el metal, los dispositivos electrónicos. Algunos se encienden a control remoto, otros a través de una llave.

¿Y cuánto cuestan? Un rápido vistazo el mercado local indica que depende de su tamaño y prestaciones, pero los precios arrancan en más o menos unos 80.000 pesos para “un farol de barbería mediano negro” marca Mozku, pero trepa a más de 160.000 para un dispositivo de la misma marca pero “deco”, de mayor tamaño y con control remoto.

Entre los más difundidos están los Gadnic, que superan los 170.000 pesos. La firma es argentina y bse formó en 2014, especializada en dispositivos con innovación tecnológica, desde una aspiradoras robot hasta un lápíz 3D con impresora, pasando por un dron o una bomba de vacío. Sus “pole” tienen distintos modelos: un número 10, por ejemplo tiene velocidad de 50 rpm en el cilindro giratorio, luces de 18 vatios y 1 año de garantía. “No es solamente un elemento decorativo, el pole de barbería posee luz y movimiento giratorio que aportará estilo a tu salón. Facil de colocar y de usar. El farol incluye interruptor de encendido, apagado y de movimiento. Es fácil de colocar”, se autopromociona la marca.

Un documental de Discovery Max muestra cómo se monta el diseño con papel y vinilo tratado con rayos ultravioletas para proteger los colores, sobre un mandril de madera. Después se introduce en un cilindro cristal, fabricado con vidrio estirado o soplado a mano y se termina de asegurar el dispositivo con la instalación del motor y la iluminación interior.

El año del barbero

Recreado y después ampliado el nicho de mercado también se multiplicaron las chances del aprendizaje para afeitar o arreglar la barba con distintas estéticas o modelos, al igual que las patillas, y el cabello. En 2024, con el relanzamiento del plan Nueva Oportunidad en Santa Fe, se organizaron cursos de aprendizajes entre lo cuales se contaban los talleres de Barbería. Y a quienes hicieron el tránsito de esa capacitación completaron el año con una clase magistral con desafío incluido en el parque Urquiza, frente al Complejo Astronómico Municipal: la convocatoria se hizo con la competencia “Corte Zarpado”, para reconocer el corte más creativo.

El encuentro se hizo en septiembre pasado y participaron Yamir Flores y Coco Medina, dos reconocidos barberos locales, y jóvenes cursantes de los Centros Cuidar Oeste, Parque Oeste, 23 de Febrero, San Francisquito, Industrial, Cerámica, Los Cedros, Rouillón, y del Centro de Emprendedores Las Flores.

“Hubo una batalla, donde los barberos ayudaron a los chicos a poner en práctica lo que vienen aprendiendo”, dijo la información que difundieron en conjunto Provincia y Municipalidad, referenciando el programa Nueva Oportunidad, Construyendo Comunidad.

Por su parte, y sólo por dar un ejemplo, también el Sindicato de Trabajadores Municipales de Rosario organizó su propio sistema de capacitación en barbería, destinado a afiliados, pero también al público en general.

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