Con Yamandú Orsi, la izquierda vuelve al poder en Uruguay: señales de moderación y promesa de no subir impuestos

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Yamandú Orsi, el presidente electo por el izquierdista Frente Amplio, se preocupó de ratificar en su primer discurso que ese estilo moderado que lo caracterizó en la campaña electoral será la marca registrada de su gobierno.

Es algo que hasta el propio gobierno de Javier Milei para haber captado, porque la Cancillería argentina emitió un comunicado -retuiteado por el presidente- en el que «felicita al pueblo uruguayo por su ejemplar jornada cívica y saluda al presidente electo Yamandú Orsi por su victoria», y ratifica la intención de fortalecer la agenda compartida y el bienestar de ambos países».

Viniendo de un gobierno que ha mantenido polémicas duras con gobiernos de izquierda de la región -como los de Lula da Silva en Brasil, Gustavo Petro en Colombia y el ex mandatario Andrés Manuel López Obrador en México-, el comunicado no deja de ser un reconocimiento a que tanto el estilo de la política uruguaya como el de Orsi en particular tiene diferencias con la izquierda tradicional.

Milei tendrá ocasión de hablar con el presidente electo en la próxima cumbre del Mercosur, la semana próxima en Montevideo. De todas formas, ya los primeros gestos de Orsi confirmaron su estilo moderado y abierto al diálogo.

Mensaje anti-grieta

Cuando las proyecciones dejaron en claro que la victoria de la izquierda era irreversible, el oficialista Álvaro Delgado, que durante los últimos años fue secretario de la presidencia acompañando a Luis Lacalle Pou, reconoció la derrota y felicitó a Orsi, que esperaba para dirigirse a su militancia en la rambla montevideana.

Sin estridencias ni frases agraviantes, elogió a su rival y saludó a los intendentes donde el Frente Amplio había sido derrotado. Los analistas políticos destacaban que esto era un síntoma de su necesidad de tejer acuerdos políticos, dado que la escasa diferencia de votos hace que el gobierno de Orsi no tendrá mayoría propia en el parlamento -a diferencia de lo que le ocurría a José Mujica-.

Pero, sobre todo, lo que Orsi se preocupó de destacar fue la vigencia de una cultura política basada en partidos políticos fuertes, donde hay ciertos consensos básicos que no cambian según quién esté en el poder, y donde no existe la «grieta».

Es decir, un país que sigue diferenciándose del estilo confrontativo de discurso agresivo que domina a buena parte de la región y el mundo, desde Argentina hasta Estados Unidos.

Orsi, un moderado bajo presión

Precisamente, en un último intento por revertir un resultado negativo que le vaticinaban las encuestas, la estrategia del oficialista Delgado fue la de tratar de «argentinizar» a su rival, con la acusación de que si Orsi triunfaba, le ocurriría una situación análoga a la de Alberto Fernández, porque el ala más radicalizada del Frente Amplio no le dejaría margen de acción.

«Seguramente será el que firma pero no el que manda, no el que decide, va a decidir la barra que lo condiciona todo el tiempo», acusó el candidato oficialista.

En Uruguay, donde la ciudadanía tiene un alto grado de información sobre lo que ocurre en la vecina orilla, esa acusación no era menor. Acaso una de las pruebas de que la comparación con Argentina genera inquietud la haya dado el ex presidente Pepe Mujica, calificó a la estrategia de Delgado como «un bolazo».

«Primero que Uruguay no es Argentina; hay grandes diferencias. Está diciendo absolutamente bolazos porque nosotros fuimos gobierno y no pasó eso, así que no joda», fue la expresiva definición de Mujica, que comparó la estrategia de Delgado con la de la derecha de los años ’70, «cuando asustaban a las viejas diciendo que íbamos a llevar a los chiquilines a la Unión Soviética».

Promesa de estabilidad tributaria

El resultado electoral demuestra que el electorado no «compró» el argumento de un Orsi condicionado por el aparato partidario, pero de todas maneras el debate quedó planteado, y fue por eso que el presidente electo quiso enviar algunos mensajes tranquilizadores en la entrelínea de su discurso.

«Larga vida a nuestro sistema democrático. Voy a ser el presidente que convoque una y otra vez al diálogo nacional para encontrar las mejores soluciones, con nuestros planteos pero también escuchando lo que dicen los demás», dijo, en una clara alusión a que los cambios que proponga en su gestión buscarán el consenso de la centro-derecha que lidera Lacalle Pou.

Además, recordó a figuras fundacionales del Frente Amplio, como al fallecido presidente Tabaré Vázquez y al vicepresidente Danilo Astori, otro guiño al sector moderado de la coalición de izquierda.

Las señales van en el sentido de desmentir que pueda haber un giro radical en temas sensibles, como por ejemplo el sistema tributario o el régimen jubilatorio, que estuvieron en el centro de la polémica.

De hecho, en el último debate de candidatos, cuando Delgado le marcó que el sector más radical del Frente Amplio abogaba por una suba de impuestos, Orsi ratificó explícitamente su compromiso con el mantenimiento de la situación actual. De esa manera, Orsi -que representa la facción más moderada de la coalición de izquierda- quiso disipar las sospechas sobre que le faltará autoridad para imponerse a la estructura partidaria del Frente, donde el mayor poder se basa en el ala izquierdista y en la central sindical PIT-CNT.

Para apoyar su acusación, Delgado recordó que mientras Orsi promueve un Tratado de Libre Comercio con China, su eventual ministro de economía, Gabriel Oddone, dijo que ese tema no era una prioridad para Uruguay.

También generó ruido la contradicción entre Orsi y los sindicatos en el reciente plebiscito para reestatizar el sistema jubilatorio. El ahora presidente electo dijo que no estaba de acuerdo con la propuesta y que dejaba «en libertad de acción» a los votantes, en un gesto que se interpretó como un deseo de no irritar a la central sindical, que era la impulsora de la contra-reforma jubilatoria. El tema quedó saldado en las urnas en la votación de primera vuelta, porque la iniciativa no tuvo suficiente apoyo, pero en evidencia la divergencia de visiones internas en el Frente Amplio.

Ahora, la cuestión tributaria también estará bajo la lupa porque, a pesar de la negativa de Orsi, lo cierto es que en las bases programáticas del Frente se menciona la necesidad de reformar el sistema tributario, con mayores gravámenes al capital, el patrimonio y la renta.

¿Cómo será la convivencia Milei-Orsi?

En lo que respecta a la relación con el gobierno de Milei y al trato que se les dé a los inversores argentinos, los antecedentes marcan que hay pocas chances de un empeoramiento. Desde el conflicto por las fábricas de celulosa en Fray Bentos no ha habido choques diplomáticos graves. Y han coexistido gobiernos de diferente signo -el período de Mauricio Macri coincidió con Tabaré Vázquez mientras que Alberto Fernández tuvo su gestión en paralelo a la de Lacalle Pou- sin que se hayan producido choques.

De momento, nada hace parecer que los miles de argentinos que se establecieron en Uruguay escapando de la incertidumbre fiscal argentina -incluyendo a empresarios de alto perfil como Marcos Galperin- tengan motivos para preocuparse con Yamandú Orsi en la presidencia uruguaya.

En todo caso, pronto habrá un primer test para la relación entre Milei y Orsi: el argentino dejó entrever su voluntad de avanzar en acuerdos comerciales bilaterales con Estados Unidos. Eventualmente, podría necesitar el aval del Mercosur para ese objetivo. Y Uruguay ha sido el país que más ha defendido la libertad que los miembros del bloque puedan firmar acuerdos en solitario.

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