La Generación Dorada vive su emotiva fiesta de homenaje con el calor de la gente que se congregó en Villa Soldati

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“Dejémonos mimar una vez como equipo”. Fabricio Oberto había dejado la consigna clara y 15.000 fanáticos abrazaron a los doce muchachos que hace 20 años quemaron los libros y escribieron la historia grande del deporte argentino. Atenas 2004. Oro olímpico. Gloria eterna. La Generación Dorada, marca registrada sin igual, vive su emotiva fiesta homenaje, el agradecimiento de la gente por tanta alegría brindada durante 15 años en la elite mundial. Desde el Sudamericano de Valdivia 2001 a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

Cambiaron varios nombres con el tiempo, pero la identidad ya estaba arraigada. Pasaron jugadores y entrenadores y el altruismo siguió por encima de todo, egos aparte. Dentro de la cancha, entrega, luchar cada pelota como la última, jugar maltrechos, hacer lucir al compañero. Afuera, amistad, solidaridad, ganas de pasarla bien en pos de un objetivo. Transcurrieron 20 años y la Generación Dorada se reencuentra por primera vez y vive una noche de fiesta en Villa Soldati. Luego llegará el viaje de egresados a Mendoza, bein regado y a puro deporte.

La velocidad con la que habían volado las entradas de entre 45.000 y 250.000 pesos a principios de septiembre dejó en claro que la ansiedad por verlos de nuevo era evidente. Esa ansiedad se notó claramente ayer, porque desde antes que las puertas del estadio Mary Terán de Weiss se abrieran a las 17 había largas colas para estacionar y luego hacer una rápida cola camino a la fiesta.

Los fanáticos arrasaron el merchandising oficial sin importar la billetera, porque querían vestirse con el logo de “GD 20 años” para ver el show. Camisetas, buzos, remeras… Todo lo que encontraban o habían reservado online poco a poco fue desapareciendo. Locura total.

Si dos de cada diez fanáticos medían de 1,85 para arriba, un tercio se vistió para la ocasión: musculosas de la Selección en modo celeste y blanco o azul, con Manu, Luifa, Oberto y Campazzo a la cabeza como favoritos. El resto se llevó la camiseta de su club, desde San Martín de Corrientes y Central Entrerriano hasta Ferro y algún equipo de liga de amigos. Una fiesta del básquetbol.

Colas por todos lados para aprovechar las activaciones de los sponsors. Muchos juegos para probar los reflejos apagando luces, encestar triples, saltar hasta tocar pelotas y sacarse una foto virtual con la Generación Dorada. Desde los canosos hasta los pibitos. Familias compartiendo la emoción de ver juntos por primera vez a esos que cada tanto los hacen llorar por You Tube.

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