“Hay entrenadores que dirigen hace muchos años y no han ganado un campeonato. Espero no ser uno de esos, pero hasta ahora fue así. Podés llegar a una final y perderla. Lo acepto, pero no me quedo. Sigo buscando, sigo intentando”, sostuvo Gabriel Milito en agosto de 2023, cuando todavía dirigía a Argentinos Juniors. Catorce meses después, está a un paso de conseguir su segundo título con Atlético Mineiro, al que colocó en la final de la Copa Libertadores tras eliminar a River en el Monumental.
Hasta su llegada al club de Belo Horizonte, a fines de marzo, el Mariscal no había podido obtener un campeonato en una década de trabajo como director técnico, un período larguísimo para un hombre que en septiembre cumplió solo 44 años. Sin embargo, su labor no había pasado inadvertida, sobre todo la que había hecho en Argentinos, con el sello al que no pretende renunciar: “tener el dominio de la pelota, saber qué hacer con la pelota y jugar a la reducción de espacios”, según explicó el año pasado.
Parte de su formación como entrenador comenzó a hacerla cuando todavía era futbolista. En los tres lustros que duró su carrera, durante la cual vistió las camisetas de Independiente, Zaragoza, Barcelona y el seleccionado argentino, trabajó con César Luis Menotti, Américo Gallego, Marcelo Bielsa y Frank Rijkaard, entre otros. Pero los dos técnicos que más lo marcaron fueron José Néstor Pekerman y, sobre todo, Josep Guardiola.
Fue justamente Guardiola quien, a mediados de 2011, le avisó que no lo tendría en cuenta en Barcelona para la siguiente temporada, pese a que era un jugador muy apreciado en el plantel culé. Esa frontalidad es uno de los rasgos que, más allá de los aspectos puramente vinculados a la pelota, tomó del técnico catalán y lo incorporó a su repertorio.
“Es muy importante que los entrenadores sepamos manejar el factor humano. No hay que perder nunca de vista una obviedad: el futbolista es una persona, antes que nada. Si vos no le llegás a su corazón, no vas a conseguir mucho de él. Y la mejor manera de entrar en su corazón no es la palmoterapia, sino decirle la verdad. Lo que quiere escuchar y lo que no quiere escuchar, y de la manera más sincera. Ahí es cuando el jugador se entrega”, explicó en diciembre pasado en una entrevista publicada en La Nación.
Milito se retiró del fútbol profesional en junio de 2012, cuando tenía 31 años y vestía la camiseta de Independiente. “No me siento ni mental ni físicamente como me gustaría. Antes podía con los pequeños problemas físicos, pero hoy ya estoy un poco cansado, agotado para combatir. Es una decisión dolorosa, pero tenía que tomarla. Siento que me saqué un peso de encima porque el día a día se me hacía muy largo”, justificó.
Tres meses antes, la dirigencia del Rojo le había ofrecido que asumiera la dirección técnica en reemplazo de Ramón Díaz, pero él se había negado. Tras su retiro, prefirió ascender la escalera de a poco: arrancó dirigiendo al Selectivo del club y luego pasó a la Reserva. En julio de 2014, desechó una nueva propuesta de tomar al plantel superior, esta vez después de la desvinculación de Omar De Felippe, por considerar que no estaba preparado para dirigir a Independiente.
Recién en abril de 2015 aceptó su primer desafío con un equipo mayor: Estudiantes de La Plata. Si bien hizo una buena campaña en los ocho meses en que permaneció en el cargo (registró 16 victorias, 8 empates y solo 6 derrotas entre el torneo local, la Copa Libertadores y la Copa Argentina), eligió irse cuando terminó ese año. Cinco meses después, y con esa experiencia en el lomo, finalmente tomó el mando de Independiente. “Quiero un equipo valiente”, propuso el 20 de mayo de 2016, durante su presentación.
Pero las cosas no le salieron como esperaba. Solo siete meses duró esa aventura, que terminó la noche del 17 de diciembre, minutos después de que su equipo cayera 1 a 0 ante Banfield en el Libertadores de América, y tres semanas después de una dolorosa derrota ante Racing en un clásico. “Di lo mejor de mí para conseguir grandes objetivos y lamentablemente no fue así. No fui capaz de conseguir lo que pretendía. Pido disculpas a aquellos que tenían una gran ilusión con mi llegada”, dijo al renunciar.
Tampoco le fue muy bien en el O’Higgins chileno ni en su segundo ciclo en Estudiantes. A pesar de ello, la dirigencia de Argentinos Juniors confió en él para reemplazar a Diego Dabove en enero de 2021. “Me gustaba el sistema de entrenamiento, el tema de potenciar juveniles y el sistema de juego de proponer e intentar ser protagonista siempre. Habíamos experimentado con (Gabriel) Heinze algo similar”, justificó Cristian Malaspina un año y medio más tarde, poco después de que el equipo llegara hasta las semifinales de la Copa de la Liga. En 2022, Argentinos terminaría cuarto en la tabla acumulada de la temporada y lograría la clasificación a la Copa Libertadores de 2023.
Novecientos cincuenta y tres días duró el ciclo de Milito en el club de La Paternal, una rareza en el volátil fútbol vernáculo. Más allá de los números, que no fueron el reflejo más fiel de su trabajo (el equipo cosechó el 50,86% de los puntos en disputa), el equipo siempre tuvo su sello. “¿Tenemos que jugar bien? Sí. ¿Tenemos que defender bien? Sí. Pero lo importante es que los jugadores crean y que cuando salgamos a jugar se pare el mundo, que no importe nada más, que durante esos 90 minutos no importe quién esté enfrente. Obvio que lo más importante es el resultado, pero quiero ver primero eso porque eso te lleva al resultado. La forma de competir te lleva al resultado”, propuso. Y logró imprimirle esa marca a su conjunto.
En esos 31 meses de labor, Argentinos disputó dos veces la Copa Libertadores. En 2021, ganó su grupo y debió chocar con River en los octavos de final. En la ida, igualaron 1 a 1 en el Monumental en un duelo recordado por la acalorada discusión, tras el pitazo final, entre Milito y Marcelo Gallardo por un pedido de amonestación para Fabrizio Angileri. “No te aguanto más”, le espetó el Muñeco. “Vos no me podés mandar a callar”, le replicó el temperamental Mariscal, quien antes y después tuvo intercambios fuertes con árbitros, asistentes, jugadores e incluso plateístas. En la revancha, River se impuso 2 a 0 en el Diego Armando Maradona con dos tantos de Braian Romero.
En 2023, el Bicho llegó nuevamente a los octavos de final de la Libertadores y cayó ante Fluminense, a la postre campeón. Tres semanas después, fue eliminado de la Copa Argentina por San Martín de San Juan en los octavos de final. Esa tarde, en la zona mixta del estadio Julio César Villagra de Córdoba, Milito renunció. “Sentí que me había explotado un poco la cabeza y que esos jugadores ya habían dado todo. Nosotros, como cuerpo técnico, también les habíamos dado todo. Fue algo mutuo”, explicó mese después después.
Tras ese fin de ciclo, se tomó casi siete meses de descanso, a la espera de un proyecto que lo sedujera. A fines de marzo de este año, la dirigencia de Atlético Mineiro envió a Buenos Aires a Victor Bagy, su director de Fútbol, para proponerle que reemplazara a Luiz Felipe Scolari al mando de un equipo que estaba en las puertas de una instancia decisiva, pero atravesando días turbulentos.
Milito aceptó el reto y se convirtió en el 16° entrenador extranjero en la historia de Atlético y en el quinto argentino, tras Gregorio Suárez, Jorge Sampaoli, Antonio Mohamed y Eduardo Coudet. El 25 de marzo, el día en que el club celebraba 116 años de su fundación, condujo su primer entrenamiento en el predio Cidade do Galo. «Víctor (Bagy) me presentó toda la organización del club, el proyecto. Me demostró lo serio que era y por qué querían que yo fuera el entrenador. Eso fue muy importante. Me mostraron un análisis deportivo en profundidad, con jugadores de calidad”, explicó el DT en su primer contacto con la prensa brasileña.
Apenas cinco días más tarde, le tocó debutar en una final: sus dirigidos empataron 2 a 2 como locales con Cruzeiro en la ida del cruce definitivo del Campeonato Mineiro. Ocho días después, Atlético se impuso 3 a 1 en el desquite en el Mineirão. Trece días después de haber aterrizado en Belo Horizonte, Milito le dio al Galo su quinto título estadual consecutivo y el 49° en su historia.
Después de eso, el elenco de Belo Horizonte no tuvo un destacado andar en el Brasileirão, en el que marcha 10°. En cambio, se metió en las instancias decisivas de los otros dos certámenes en los que está participando. El domingo jugará como local el duelo de ida de la final de la Copa do Brasil frente a Flamengo (la revancha será el 10 de noviembre en el Maracaná). Y el 30 de noviembre regresará a Buenos Aires para protagonizar la final de la Libertadores. Si Atlético se impone, Milito se convertirá en el tercer entrenador argentino en conseguir el principal torneo de clubes del continente con un equipo extranjero: antes lo lograron Nery Pumpido, con Olimpia en 2002, y Edgardo Bauza, con Liga Deportiva Universitaria de Quito en 2008.
Entrenadores argentinos finalistas de la Copa Libertadores con equipos extranjeros
1961: Armando Reganeschi con Palmeiras (perdió con Peñarol)
1968: Alfredo González con Palmeiras (perdió con Estudiantes)
1974: José Poy con São Paulo (perdió con Independiente)
1978: Carlos Bilardo con Deportivo Cali (perdió con Boca)
1981: Vicente Cantatore con Cobreloa (perdió con Flamengo
1982: Vicente Cantatore con Cobreloa (perdió con Peñarol)
1990: Miguel Brindisi con Barcelona de Guayaquil (perdió con Olimpia)
1998: Ruben Insua con Barcelona de Guayaquil (perdió con Vasco da Gama)
2002: Nery Pumpido con Olimpia (venció a São Caetano)
2008: Edgardo Bauza con Liga Deportiva Universitaria de Quito (venció a Fluminense)