Con qué dólares se va a pagar la deuda?

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Mientras en la cámara de Diputados todavía se esperan las próximas instancias políticas para definir de qué forma se dará tratamiento al proyecto de Presupuesto 2025, quienes ven la situación económica con una perspectiva un poco más larga, anticipan que 2025 va a ser seguramente un año de desequilibrios en el frente externo por falta de dólares. Y que las propias proyecciones, o más precisamente inconsistencias, de la propuesta de Presupuesto enviada por el ejecutivo al Congreso así lo corroboran. En concreto, se calcula que el Tesoro Nacional afrontará vencimientos en divisas durante 2025 por casi 14.500 millones de dólares entre capital e intereses, y que de los 20.000 millones del superávit comercial esperado, a las Reservas del Banco Central no le quedaría prácticamente nada, si el 20 por ciento de las exportaciones siguen autorizadas a ingresar por el «contado con liquidación» (CCL). Incluso renovándose en su totalidad los vencimientos de capital (roll over o refinanciación), quedarían aun así a pagar unos 9000 millones de dólares en intereses a los que habrá que hacer frente y cancelar indefectiblemente.

En un reciente informe, el instituto de pensamiento y políticas públicas (IPyPP) sintetiza la situación de la siguiente forma: 

«Según la información provista por la Secretaría de Finanzas del Ministerio de Economía, el año 2025 enfrenta vencimientos de intereses de deuda en moneda extranjera por USD 8.947 millones que incluye el pago al FMI, a organismos internacionales, letras intransferibles del BCRA y los títulos públicos reestructurados (Bonares y Globales). Si se suman también los vencimientos de capital de los acreedores externos para el próximo año (cerca de USD 5.500 millones), el monto total de compromisos de deuda en moneda extranjera asciende a USD 14.500 millones». 

Una cifra imposible de afrontar para el gobierno en un solo año, porque ni siquiera es válido sumar los ingresos de fondos que promueva el régimen de blanqueo y las eventuales inversiones en dinero que genere el RIGI (régimen de incentivos a grandes inversiones), al superávit comercial del año entrante (exportaciones menos importaciones), par considerar todo ese volumen con «entrada neta de dólares disponibles». 

Por un lado, porque las facilidades que da el blanqueo para la disponibilidad de los dólares que se declaren (mantener las divisas en el exterior, ingresarlas pero comprar titulos de deuda soberana o acciones, etc), hará que una parte mínima de esos fondos regularizados vayan a entrar en billetes para ser cambiados a favor de las reservas del Banco Central.

En segundo lugar, para ingresar el beneficio del RIGI no es necesario traedr el total de la inversión de inmediato, la cual además no es obligatorio hacerla en dinero efectivo, y adicionalmente habría que netear en cada inversión los dólares que entren con los bienes que se importen en relación al mismo proyecto, que no serán pocos. Con lo cual, el aporte que este programa de incentivos le haga a las reservas del BCRA también es relativo. 

Por último, consideremos el resultado esperado del intercambio comercial del año próximo. De acuerdo a las proyecciones incluidas en el Presupuesto oficial 2025, las exportaciones ascenderían a 104.030 millones de dólares, y las importaciones a 83.282 millones de la misma moneda. Con un aumento, respecto de los resultados esperados para todo 2024, del 9 por ciento en las ventas al exterior y del 13,4 por ciento en las compras, el saldo comercial sería así de 20.748 millones de dólares.

El análisis del presupuesto que hace el informe de IPyPP señala que, si se mantuvieran las facilidades, para los exportadores, de liquidar el 20 por ciento del resultado de sus ventas por el «contado con liqui», de ese volumen de exportaciones habría unos 20.806 millones de dólares que no ingresarían al Banco Central. El saldo en divisas para la reservas ya no sería igual al saldo comercial. Al contrario, arrojaría un resultado negativo de 58 millones de dólares. 

Además apunta el trabajo que si se diera la recuperación del consumo que el gobierno proyecta, con un crecimiento del PBI del 5 por ciento en 2025, las importaciones subirían por encima del 13,4 por ciento, lo cual complicaría aun más el cuadro del sector externo.

Los esfuerzos de Javier Milei por congraciarse con China, por apurar privatizaciones que habían sido dejadas en segundo plano, por dar muestras de que el «ajuste salvaje» todavía necesita dar muestras de fortalezas aunque sea para negar partidas presupuestariamente poco relevantes, como una partida adicional para las universidades (que no resolvería sus problemas de fondo) o una mínima recomposición a jubilados, son reflejo de la urgencia por despejar (o soplar para adelante) los nubarrones de la deuda que se le avecinan. 

Un sector de la oposición plantea «no votar» el Presupuesto y devolverlo al Ejecutivo «para que lo rehaga y envíe al Congreso algo que merezca ser discutido, sin las profundas inconsistencias que tiene este proyecto» (Claudio Lozano, Unidad Popular). Otros prefieren esperar cómo se resuelven algunos episodios inmediatos, donde el gobierno empieza a encontrar tropiezos en la relación con sus habituales aliados. El gobierno, en tanto, huye hacia adelante sin reparar en los daños que provoque en su carrera.

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