Cómo destruir una industria

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Gastón Pizzul es dueño de Rodados Kids, una fábrica de bicicletas con veinte años de trayectoria, ubicada en el partido bonaerense de San Martín. Frente a la decisión del Gobierno de esta semana de bajar los aranceles de importación de esos rodados, del 35 al 20 por ciento, el empresario pyme advierte que “es un mazazo en la cabeza” para el sector.

2025 será un año crítico que dejará a muchos en el camino. No solo por la inundación de bicicletas importadas que ya se está produciendo, sino porque las pymes venimos resistiendo como podemos desde mediados del año pasado y sobre todo este 2024. Yo hace tiempo que estoy por debajo de mi punto de equilibrio, perdiendo plata todos los meses, esperando a ver si pasa algo, si se genera algún repunte, aunque sabemos que es muy difícil. El próximo paso si esto sigue así, más ahora con la apertura importadora, será empezar a suspender empleados. Primero uno, después otro, después un tercero. Ya nos pasó con Macri, te empezás a achicar, cerrás un galpón, unificas procesos, le buscás la vuelta, pero al final a la gran mayoría nos barren”, se lamenta.

Su historia es la misma de tantos industriales pymes que sufren ataques a la línea de flotación con medidas que parecen pensadas para exterminarlos. Como si fueran un obstáculo para la economía nacional en lugar de generadoras de riqueza, de capacidades productivas y de empleo, entre otras funciones esenciales para el tejido social.

Con Menem

Pizzul retomó en 2004 la producción de bicicletas que había abandonado su padre en 1997. El industrial relata que la fábrica familiar se fundió aquel año durante el gobierno de Carlos Menem al no poder hacer frente a la competencia importada. «Mi papá intentó por todos los medios seguir produciendo. No se resignaba a dejar de hacer lo que sabía de toda la vida para dedicarse a importar. Así le fue. Yo tenía 16 años y tuvimos que soportar momentos muy duros», recuerda. 

Con la llegada de Néstor Kichner al gobierno y el cambio de reglas de juego, con otra mirada de país, Gastón se lanzó a reflotar el negocio del padre después de trabajar los años previos en un taller de bicicletas. Rescató máquinas de la antigua fábrica, compró alguna otra y empezó con Rodados Kids.

«De a poco fuimos creciendo, primero en un galpón de 150 metros, después con otro, íbamos encontrando que había espacio para trabajar. Crecimos mucho hasta 2015», señala el empresario.

Con Macri

«En 2014 ya tenía diez años con la cabeza acá adentro, con el capital enterrado en la fábrica y con ganas de seguir creciendo. Estuvimos a punto de comprar una nave de 1500 metros cuadrados para unificar la producción en un solo espacio, en lugar de tener dos o tres talleres por separado. Pero cuando en 2015 vimos que Macri ganó las elecciones ya sabíamos lo que se venía. Intenté hacer un mix entre producción e importación para que no me pasara como a mi papá, pero igualmente se hizo un cuello de botella porque éramos muchos los que importábamos y no había demanda suficiente para todos», explica.

Lo que ocurrió entonces fue que el mercado se achicó tanto que hasta los importadores tuvieron que rematar las bicicletas para juntarse con algo de capital. «Las bicicletas que traían de China a 20 dólares primero las querían vender al doble, pero como éramos tantos importando y no había demanda, después las tenían que vender a 30 o a 25 dólares, hasta que llegó un momento que nada era negocio porque no se vendía casi nada. Los trabajadores no cobraban la quincena, no había plata y a todos nos fue mal», resume.

Con Milei

«Ahora pasa lo mismo, pero es todo mucho más rápido y más violento que en los ’90 y en 2016. Ya se están volcando a importar las grandes superficies, los supermercados, empresas como Mercado Libre, los importadores habituales y también los industriales que no podemos sostener la producción», alerta el industrial.

La foto que ilustra esta nota es de un gran supermercado que ahora ofrece productos importados en el mismo espacio donde antes vendía productos nacionales. «Para los hipermercados la bicicleta es un gancho para atraer clientes. No les importa tanto si no sacan mucha diferencia con esas ventas, porque las usan para generar demanda para otros productos. A nosotros eso nos arruina», sostiene Pizzul.

Con los aranceles de importación al 35 por ciento, en un mercado tan comprimido como el actual, a los industriales argentinos ya les costaba hacer pie. «Ahora con la baja de aranceles del 35 al 20 por ciento en el producto final no hay casi forma de competir. A la fabricación nacional se le termina de dar un mazazo en la cabeza con esta medida. Con el 35 por ciento algún nicho podíamos sostener, ahora quedamos totalmente afuera», remarca.

El empresario también se queja de que el Gobierno desconoce completamente lo que aporta el sector y la cantidad de rubros involucrados en la producción de bicicletas. «Yo le compro insumos o le doy trabajo a la tornillería, a los que hacen el regatón, a los de la pintura, los alambres que usamos para soldar, los gases, el caño. El 50 por ciento de la bicicleta es el cuadro. Le compramos el caño a Siderca y lo convertimos en una bicicleta. Hay matriceros, fletes, todo lo que se mueve detrás de una pyme es tremendo. Todo eso se pierde cuando traen el producto terminado desde China», describe.

«Estamos trabajado al 50 por ciento o menos de la capacidad instalada, con los platitos en el aire sin saber qué va a pasar. Yo tengo que programar la producción para las ventas de diciembre, que suelen ser un poco mejores por una cuestión estacional. Pero ahora no sé qué hacer. Es una incertidumbre total, porque si me largo a producir de más y entra todo importado puedo quedar en la ruina. Nosotros también producimos monopatines, triciclos y kartings, que antes vendiamos en grandes cadenas, pero ahora esas cadenas los están trayendo de afuera», completa

«El Gobierno ve a las pymes como algo menor, despreciable, pero detrás de cada empresa hay un mundo que las autoridades ignoran y no les preocupa que pueda desaparecer», concluye Pizzul su relato de otro industricidio nacional.

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