SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Se acaban las vacaciones de esta cronista. En teoría era un viaje de trabajo, pero los amigos en distintas partes del país hicieron que se sintiera como placer. Hubo momentos estresantes, la huelga que complicó llegar a compromisos en el interior, pero, por suerte, ocurrieron en la mitad del viaje. Los últimos días fueron en la gloriosa Patagonia. Hubo, en particular, una mañana de sol de la temprana primavera en el cerro, con pajaritos que cantaban sobre los brotes verdes que se estrenaban al borde de un arroyo cristalino, que no por ser un cliché dejó de ser una imagen emocionante. Fue poco antes de encarar el regreso a Nueva York y quedó fuertemente grabada. Por suerte, porque parece que el momento en que ocurren las cosas es clave para los recuerdos de un período. El llamado “recency effect” o efecto de la proximidad, “ayuda a explicar nuestra tendencia a recordar la parte final de un evento o secuencia de eventos con mucha más claridad que el resto”, explicó Mary Poffenroth, biopsicóloga y autora de Brave New You, un libro sobre estrategias para vivir mejor usando “neurohacks” o “trampitas” al cerebro, que está por salir con gran expectativa. Poffenroth cuenta que el sesgo surge de la incapacidad de nuestra memoria de corto plazo para retener más que una pequeña cantidad de información a la vez.
«Hubo, en particular, una mañana de sol de la temprana primavera en el cerro, con pajaritos que cantaban sobre los brotes verdes que se estrenaban al borde de un arroyo cristalino, que no por ser un cliché dejó de ser una imagen emocionante.»
The Wall Street Journal, que se hizo eco del lanzamiento, sintetizó que, si bien no existe una fórmula mágica para crear buenos recuerdos de viaje, el dicho “guardar lo mejor para el final” tiene algo de cierto. Muchas veces es pura suerte, pero lo que Poffenroth sugiere es que si se puede planear algo que da mucho placer para el final, “el efecto de lo reciente puede convertir a un buen viaje en uno inolvidable.” Pero no hace falta que haya un solo final de las vacaciones. Stephanie L. Leal, directora del Laboratorio de Neurociencia de la Memoria, el Estado de Ánimo y el Envejecimiento de la Universidad de California en Los Ángeles, agregó en el matutino que se puede desencadenar estratégicamente el efecto de proximidad varias veces a lo largo de un período para lograr muchos recuerdos que perduren.
Una forma de hacerlo es dividir un viaje largo en partes más pequeñas, por ejemplo, visitando distintas localidades o introduciendo experiencias nuevas. Así se experimentan múltiples finales y el cerebro puede recopilar con facilidad muchos más recuerdos vívidos que de haberse quedado en un solo lugar haciendo siempre lo mismo. Pero, ¿importan tanto los recuerdos como para planificar un viaje pensando en ellos? ¿no es mejor sólo disfrutar de los momentos que sean, aunque luego se olviden o queden tapados por otros peores? Consultada Poffenroth, dijo que depende de la personalidad de cada uno. Pero que el cerebro tenga guardado algo así como un depósito de los pequeños buenos momentos que se grabaron gracias a estar en el final de algo, es realmente útil para volver a ellos en tiempos difíciles y salir adelante. El tema es que el comienzo es importante también.
«Según un estudio citado anteriormente por The Wall Street Journal, el pico de felicidad durante las vacaciones se da en la hora 43 de haber llegado a un lugar. A partir de entonces el cerebro se habitúa hasta a las cosas buenas, por lo que también se recomienda partir un largo viaje en distintas actividades o destinos»
Aunque se olvide más fácil, según un estudio citado anteriormente por The Wall Street Journal, el pico de felicidad durante las vacaciones se da en la hora 43 de haber llegado a un lugar. A partir de entonces el cerebro se habitúa hasta a las cosas buenas, por lo que también se recomienda partir un largo viaje en distintas actividades o destinos. Justamente, en la hora 43 de la porción en Córdoba de esta visita a la Argentina, esta cronista estaba en compañía de una flamante amiga rastreando hasta el kiosko más alejado de la ciudad un mítico alfajor sabor “Pritiau”, la bebida típica que es mezcla de la gaseosa regional Pritty y vino tinto. Aunque según los estudios la pequeña aventura se vaya a olvidar en breve, fue un momento de puro deleite ante el ingenio local. Los pequeños momentos de felicidad y los que generan los grandes recuerdos pueden no siempre coincidir, pero un viaje que los reunió todos, solo puede calificarse de perfecto.