Milei se mostró cómodo en el debate ideológico con Cristina, pero no logró despejar las dudas sobre el fin del cepo

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Javier Milei confirmó que pocas cosas le resultan más satisfactorias que polemizar con Cristina Kirchner: le permite reconectar con su base de apoyo electoral, al plantear que la alternativa a su modelo sería un regreso a un modelo económico populista. Y, sobre todo, le permite correr de foco los problemas y dudas que manifiesta el mercado sobre su plan económico.

Así, en los últimos días se escucharon voces escépticas respecto de si se cumplirá el objetivo de que en la plaza financiera haya cada vez más dólares y menos pesos, cuando todo apunta a que será al revés. Con la rebaja del impuesto PAIS habrá más estímulo para la importación y para el turismo emisivo, mientras que no hay más estímulo para la exportación.

Y el superávit fiscal, verdadero pilar sobre el que se sustenta todo el plan, aparece también amenazado, tanto por la eventual aplicación de la reforma jubilatoria como por el menor aporte del impuesto PAIS y las retenciones a la exportación.

Es por eso que una carta pública de Cristina Kirchner termina siendo, como quedó en evidencia en las redes sociales y en el acto del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) en Mendoza, un motivo de celebración para los seguidores de Milei.

Javier Mieli versus Cristina Kirchner: una pelea win-win

Pero se trata de una pelea win-win, en la que los dos contendientes sienten que tiene para ganar. Porque, para el kirchnerismo en crisis, también tiene rédito político la pelea con Milei. Como la carta de Cristina incluyó una parte de autocrítica por la gestión de Alberto Fernández, le permite reconciliarse con su propia base militante, al tiempo que recicla los argumentos para la crítica al modelo libertario.

En particular, al retomar el tema preferido de Cristina: el de la «economía bimonetaria» como origen y base de todos los problemas de la economía, y como amenaza para todos los gobiernos, cualquiera sea su signo político y su sesgo ideológico.

Según esa visión -expuesta en muchos actos y discursos en los últimos cuatro años- la escasez de dólares necesarios para hacer funcionar la economía es el problema central, dada la propensión de la población argentina a atesorar los billetes verdes y dejar al Banco Central sin posibilidad de financiar importaciones y pagar deudas.

Para Cristina, el mismo hecho de que estén ingresando pocas divisas y que Toto Caputo encuentre dificultades para financiar los vencimientos de deuda son un síntoma de que, más allá de los aplausos que Milei genera en el exterior, no hay forma de superar las limitaciones de «la economía bimonetaria».

¿Imposible levantar el cepo al dólar?

Pero, sobre todo, el planteo central en la carta de Cristina fue que, en realidad, con sus propias acciones contrarias al discurso libertario, el gobierno de Milei estaba dándole la razón en el sentido de que no es posible el levantamiento del cepo cambiario sin que se genere un caos financiero y un descontrol inflacionario.

A diferencia de otras ocasiones, en las que Cristina exponía estas ideas en relativa soledad, hoy son varios los economistas de la línea ortodoxa que no opinan tan diferente, y que manifiestan su preocupación por las dificultades del BCRA para acumular dólares con los cuales afrontar los vencimientos de deuda.

Aunque la ex presidente no llegó a plantearlo de manera explícita, su desarrollo argumentativo lleva a la conclusión de que en Argentina no es realista pensar en un régimen de libre flotación cambiaria que no termine en una crisis. Y que, por eso, el país se debe un debate sin prejuicios respecto de cómo implementar controles -y hasta pide un cambio de término para no seguir usando la palabra «cepo» con su connotación negativa-.

Lo curioso de la situación es que el mismísimo Toto Caputo había expresado un pensamiento similar, antes de asumir como ministro, cuando dirigía la consultora Anker.

La advertencia de Caputo era que, a diferencia de lo que ocurre con otras variables de la economía, la demanda de pesos es difícil de predecir, porque depende de la confianza del público. Y ponía en duda que fuera suficiente con aplicar la receta ortodoxa de eliminar el déficit primario y dejar de emitir dinero. De hecho, recordaba la experiencia de 2018, cuando pese a la mejora fiscal y al apretón monetario, igualmente se produjo la corrida.

Ataques a Cristina Kirchner y a la ortodoxia

Milei sabe que esa argumentación de Cristina tiene es escuchada con más atención que la que generaba durante la gestión de Alberto Fernández, dadas las dificultades para el levantamiento del cepo cambiario, y el escepticismo que plantean muchos economistas ortodoxos, que temen por un nuevo salto devaluatorio.

Es por eso que la argumentación de Milei, aunque haya sido presentada bajo el formato «chicanero» de una clase magistral dirigida a Cristina, tuvo en realidad otro objetivo: reforzar sus argumentos pare el mercado financiero.

No por casualidad, sus críticas fueron dirigidas no sólo a Cristina Kirchner sino a «los econochantas» por las críticas a su política de recorte de tasas de interés y por los cuestionamientos hacia su plan desinflacioinario -otra vez, en tono burlón, hubo alusiones a Carlos Melconian-.

En otras palabras, Milei se puso el objetivo de que los propios ejecutivos del IAEF que estaban sentados en el auditorio mendocino confiaran en su modelo y que no empezaran a pensar que, en el fondo, el argumento de Cristina sobre las dificultades de acumulación de reservas del BCRA era el preludio de una nueva crisis.

No está tan claro que Milei haya logrado su objetivo. Es cierto que cosechó aplausos cuando hizo la descripción sobre cómo se evitó una hiperinflación en el inicio de su gestión. Especialmente, el público mostró aprobación sobre la política de recorte de tasas de interés para terminar con el déficit cuasifiscal y para sanear el balance del BCRA.

Menos consenso generó su declaración de principios sobre que lo que determina la capacidad de pago de la deuda en dólares no está dada por la cantidad de reservas del Banco Central sino por el superávit del Tesoro, que es el que en definitiva financiará la compra de divisas.

La inflación y los «libertarados»

Pero el punto que sigue estando en debate -y en el que, según Milei, dejó knock-out a Cristina y sus asesores- es el de la relación entre el tipo de cambio y la inflación.

Milei está empeñado en contradecir uno de los conceptos más aceptados por el gremio de los economistas y por los empresarios en general: que una devaluación necesariamente implica un efecto de contagio sobre los precios. Por eso Milei dedicó la mayor parte de su discurso a plantear, en términos teóricos, que todo forma parte de un mismo fenómeno, que es la caída en la demanda de dinero.

Desde ese punto de vista, no es que los precios suben porque sigan al dólar. Simplemente todos los precios suben como consecuencia de la emisión de pesos no deseada, y como el dólar, por ser un activo financiero, tiene la capacidad para reaccionar más rápido, parece que fuera el causante de la suba de precios domésticos.

Lo cierto es que sigue siendo un tema de controversia, y no ayuda al presidente el hecho de que, pocos días atrás, el propio Toto Caputo haya rechazado la idea de la devaluación con el argumento de que ello complicaría el plan desinflacionario.

En todo caso, el gran tema que Milei quería plantear -pensando más en las dudas del mercado que en las críticas de Cristina Kirchner- era el del cepo cambiario. Su argumento defensivo fue que si no levantó los controles de inmediato fue por pragmatismo y comprensión del momento económico. O, para ponerlo en los términos que usó Milei, «porque una cosa es ser un libertario y otra es ser un libertarado».

El presidente argumentó que era de tal magnitud el exceso de pesos respecto de la demanda de dinero en la sociedad -el «overhang», en la jerga financiera- que si hubiese retirado el cepo desde el primer día, habría ido inexorablemente a la hiperinflación. Curiosamente, entre los que aplaudían en primera fila figuraba Federico Sturzenegger, quien durante toda la campaña electoral había defendido el argumento exactamente contrario.

Con la lupa en el «overhang»

El concepto que Milei trata de imponer es el de la diferencia entre la demanda de pesos genuina y la que está impuesta compulsivamente desde el gobierno. Concretamente, lo que el presidente plantea es que, aun cuando haya un alto nivel de exportaciones y un robusto saldo comercial, eso no alcanza para poder levantar el cepo.

Su argumento es que el hecho de que un exportador venda dólares no significa que quiere comprar pesos. Claro, en un contexto de cepo cambiario, el exportador no tiene otra opción, y por eso es presumible que, a la primera oportunidad que tenga, tratará de sacarse de encima esos pesos lo antes posible.

Por eso, la nueva consigna del gobierno es que lo que determine cuál será el momento ideal para levantar el cepo no es el ingreso de una gran cantidad de dólares al BCRA -Milei ya no insiste con su propia frase de que con u$s15.000 millones levanta los controles- sino que el tema fundamental es el fin del «overhang».

Significa que la demanda de pesos real de los argentinos tiene que igualar a la «demanda amplia» -que incluye el dinero encajado en el BCRA. Como dijo Milei a su auditorio de empresarios, lo que indique cuál será el momento adecuado será que las empresas, ante la recuperación de la economía, empiecen a desarmar sus posiciones financieras para usarla como «working capital».

Como la cantidad de pesos será fija gracias a la política de «emisión cero», esto llevará, según Milei, a que cada vez haya menos dinero sobrante y que, incluso, muchos actores de la economía empiecen a vender dólares o a usarlos como dinero transaccional.

El público aplaudió el final de su discurso, pero ninguno se retiró con la sensación de que el levantamiento del cepo vaya a ser inminente. El propio Milei dijo que los tiempos no dependían de él.

En definitiva, el presidente dejó en evidencia que el control cambiario sigue siendo el talón de Aquiles de su plan. Y que si algo le juega en favor de su discurso es que quien lo confronte sea Cristina Kirchner y no el sector de la ortodoxia económica.

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