Roberto Carlos: las obsesiones, las tragedias familiares y un carisma a prueba de todo

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Cuando se llega a una etapa de la vida en la que no se necesita seguir demostrando nada, el camino se transita de otra manera, quizá por el simple hecho de recorrerlo y disfrutarlo, porque así ha sido durante toda esa vida. Roberto Carlos, el astro de la canción brasileña, puede ser uno de estos casos. Tiene 83 años y sigue abrazado a sus canciones, sin el agobio de responder a una demanda (ya sea de su propio público o de una industria musical que lo ha acompañado en todo ese viaje). El 4 de noviembre volverá a Buenos Aires para cantar en el Movistar Arena. Lo hará bien provisto de sus grandes éxitos y con la simple excusa de seguir cantando. Lo hará con toda su historia sobre las espaldas, una que ha tenido tantas alegrías como momentos muy dolorosos.

Roberto Carlos en un concierto que ofreció en el Radio City Music Hall de Nueva York, en 2022

Porque Roberto Carlos fue, en sus momentos de mayor fama, uno de los grandes referentes de la canción romántica de Brasil, dentro y fuera de su país. Vendió más de 150 millones de discos, cantó en varios idiomas y no le quedaron escenarios por pisar. Al menos aquellos de una lista que él mismo ha confeccionado pacientemente, con esos podios que ha querido alcanzar.

El menor de cuatro hermanos de una familia común -su padre, Robertino, era relojero; su madre, Laura, era costurera- terminó convertido en una de las figuras de la música más populares del último medio siglo, en el continente americano. Se hizo famoso como un nuevaolero del Brasil y sobrevivió con personalidad propia a aquella moda. Perduró. Compuso temas solo, o en sociedades artísticas con músicos como Erasmo Carlos, que quedaron de manera definitiva dentro de ese cancionero que es ineludible de la música de Brasil. Puso un pie en el mundo hispanohablante y siguió cosechando éxitos (”Cama y mesa”,”Esa mujer”, “Yo solo quiero – un millón de amigos”, “Jesucristo”) .

Nada lo detuvo jamás a pesar de haber sufrido un accidente, siendo muy chico, y de dolorosas pérdidas familiares, durante los últimos treinta años. Puertas afuera de los estudios de grabación, o fuera de los escenarios, echar la vista atrás le significó encontrarse con la prematura partida de varios seres queridos. El cáncer se cobró la vida de su primera esposa, Cleonice Rossi; de su tercera pareja, María Rita Simões Braga y de María Lucila Torres, con quien, siendo un veinteañero, había tenido un breve romance (de esa relación nació Rafael, uno de sus seis hijos).

Roberto Carlos y su hijo Dudu, que falleció a los 52 años debido a un cáncer de peritoneoTwitter/@robertocarlos

Más recientemente, en 2021, sufrió la pérdida de su hijo Dudú, que era productor musical. Dudú había nacido con glaucoma y a los 23 años perdió totalmente la vista. Cerca de los 50 le detectaron cáncer y murió dos años después. Quizás todas esas veces que sube a los escenarios le sirvan a Roberto Carlos para exorcizar estos males. Su manera optimista de ver el mundo atravesó casi toda su vida, incluso, el modo como decidió interpretar su trastorno obsesivo compulsivo. La superstición, el hecho de vestir casi siempre de azul y blanco, o entrar y salir siempre por la misma puerta fueron parte de una rutina que con el tiempo admitió como un TOC. Sin embargo, también tuvo explicaciones “amigables” para esto. Así como el dicho asegura, no sin ironía, que cuando uno no puede contra algo debe unirse a él, Roberto Carlos ha llegado a decir entre risas que el TOC lo ha llevado a ser un hombre “paciente, exigente y muy detallista” con las cosas que hace. Corrige y repite las veces que sean necesarias hasta quedar satisfecho. “Por eso creo que ese problema a veces ayuda”.

La última presentación en la Argentina fue hace cinco años, a propósito del lanzamiento del Amor sin límite, un álbum de canciones propias y de otros autores, interpretadas en castellano. “Venía grabando algunas cosas en castellano, pero no un disco completo. Afo Verde, CEO de la Sony de América Latina y España, me propuso un disco diferente -contó a LA NACIÓN semanas antes de aquella visita-. En castellano y con temas de compositores latinos. Yo ya estaba preparando un disco, pero cuando Afo apareció con esta idea me pareció muy bien”, aseguró. Incluso fue este productor argentino quien le sugirió algunos duetos. Cantó “Esa mujer” (escrita por Kany García) con Alejandro Sanz y “Llegaste”, con Jennifer Lopez. El disco transcurre por las canciones de amor, más algún matiz, como “Luz divina” (ideal para el mercado de la música cristiana); muchas de ellas son nuevas, y otras que desde ese álbum tienen nuevas versiones en castellano.

Roberto Carlos, de blanco, uno de los colores que elige para los escenariosArchivo

Las historias de amor siempre tienen un lugar muy importante en la vida de las personas. Siempre hay una canción de amor con la que una persona se identifica”, explicaba.

En esa visita, Roberto Carlos estaba cumpliendo seis décadas de trayectoria artística y podía hacer un balance de sus días sobre los escenarios y los estudios de grabación. ¿Quedaban tareas pendientes? “No, creo que canté en todos los lugares que quise -decía-. Difícil elegir uno donde no haya estado. Quizás haya alguna canción que todavía no he grabado, pero podría grabarla”. También contó que su gusto y el de su público siempre congeniaron, por eso no tenía en su repertorio títulos que ya no quisiera interpretar. “Creo que [el público] me ha ayudado mucho a elegir las canciones que hago, que canto y que grabo. Por suerte y en general, lo que me piden es lo que quiero cantar”.

Y en plan retrospectivo, al momento de elegir momentos destacados de su carrera, este era uno de sus “top five”: “La época de La Joven Guardia y el programa de televisión, cuando empecé a los 25 años. El Festival de San Remo, que es algo que veo con mucha nostalgia. Otros dos son discos: Mi primer LP y luego mi primer álbum en español, porque me lanzó a un mercado totalmente diferente del que tenía en el Brasil. Y por último, mis cincuenta años de carrera, que los conmemoré en el estadio Maracaná”.

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