Se acuestan antes de la medianoche y se despiertan temprano. Son los primeros en enterarse de cualquier noticia dentro del edificio, aunque prometen que jamás revelarían una confidencia. Cada uno tiene sus mañas, pero a todos los atraviesa el mismo problema: las bolsas que chorrean líquidos.
Un grupo de encargados reveló cuál es el comportamiento que más detestan de los vecinos (Video: TN).
Todos los días, apenas pasadas las siete de la mañana, Roberto y Juan Carlos se encuentran frente a frente. El primero saca la manguera a la vereda y apoya el secador contra la puerta de ingreso al edificio. El otro, en cambio, pasa un trapo por el palier y repasa un espejo antes de imitar a su colega. A pesar de que se conocen hace más de 20 años, entre ellos no hay complicidad: un simple buen día, una mano levantada y cada uno con lo suyo.
El Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (SUTERH), gremio que nuclea a los encargados, los define en su convenio colectivo como quienes “tienen la responsabilidad directa ante el empleador del cuidado y atención del edificio, desempeñando sus tareas en forma permanente, normal y habitual”.
La nueva serie de Guillermo Francella los puso, otra vez, en el ojo de la tormenta. Ellos se defienden y cuentan los pormenores de su oficio.
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Si hay algo que asemeja a los encargados es justamente la rutina. Se acuestan antes de la medianoche y se despiertan temprano. Muchos dejan correr el agua, incluso algunos discuten con el consorcio por ellos. Otros, en cambio, la cuidan como si el costo saliera de su bolsillo.
La mayoría vive en el edificio, aunque hay una gran parte que tiene su casa y solo posee un espacio pequeño de descanso. A todos, en definitiva, los atraviesa una serie de interrogantes: ¿Qué es lo más arduo de su trabajo? ¿Cuál es el comportamiento que menos soportan de los vecinos? ¿Se puede confiar en ellos a la hora de contarles un secreto?
Roberto, desde la puerta del edificio que custodia, enumera las tres cosas que más les importa a los vecinos: la limpieza, el orden y que justamente se controle quién ingresa al lugar.
“Hay veces que me cuentan secretos que infieren a dos propietarios del edificio. Y nada más, eso queda para uno. No soy de andar ‘chismoseando’. A mí no me interesa de qué trabajan, de qué viven o a qué hora salen. Bueno, a qué hora salen sí”, explica a TN.
En la misma cuadra, pero de la vereda de enfrente, y en la esquina opuesta, Raúl exhibe orgulloso su manguera con pistola, necesaria para evitar que corra el agua sin sentido: “Lo que más me cansa puede ser la vereda, que es muy larga”, precisa el encargado que no admite que otros colegas derrochen el agua.
Para él, la afirmación de que los encargados no saben guardar secretos es propio de una mala fama que ellos niegan: “Si alguien te hace un comentario confidente, no lo comentás. Yo no soy de comentarlo, pero también sí, por supuesto, lo comentás. Digo, lo guardo”.
Nicolás asegura que lo peor de ser encargados es que cualquier problema del edificio recae en ellos: “Se quedan sin ascensor y la gente te ataca. Ese es el problema más duro para nosotros. O si se corta el agua, se revienta un caño”, dice.
“La gente no respeta el tema de la basura, la cual se retira a las 20. Muchos la sacan después de las 21, eso es lo que jode. Pero te la tenés que aguantar”, explica Nicolás, que se jubilará el año que viene luego de 34 años como encargado: “Hoy los jóvenes son distintos a nosotros. No respetan a nadie. Trabajan con ojotas y bermudas. Yo nunca hago eso”.
Luisa, también encargada desde hace más de 30 años, coincide con Nicolás en que la basura es el gran problema con los propietarios e inquilinos: “Los que tiran las bolsas chorreadas con líquido me molestan. Él o la que está trabajando es una persona, entonces creo que hay que respetar el trabajo de todos. Cuando se tiran las bolsas llenas de líquido se mancha todo”.
“Una vez tiraron una bolsa con aceite y yo casi me mato en las escaleras. Estaba juntando la basura, no me di cuenta y me resbalé”, agrega Luisa, que se define como una gran confidente que incluso ha llegado a cambiar y maquillar a una mujer que murió en el edificio: “Los hijos no se animaban a ponerle la ropa. Era una señora que tenía 90 años, a quien yo le decía que era mi maestra”.
La encargada también admite que, aun comprendiendo la queja, uno de los mayores reclamos tiene que ver con el aumento de las expensas y los sueldos de los encargados: “Los entiendo porque a ellos tampoco les alcanza. Pero cuando suben dicen que es por el sueldo de los encargados. Y un encargado no gana mucho”.
“Lo que no me gusta, pero por un tema de higiene, es el tema de que mucha gente saca la basura y quedan todos los jugos y traspasan las bolsas, porque no les ponen papel o algo. Eso a veces junta gusanos”, relata Sebastián, quien lleva dos años como encargado.
“A veces los vecinos me hacen un comentario medio negativo de otra persona. Pero bueno, trato de no meterme por las dudas para no crear ningún conflicto. Los encargados sabemos muchas cosas”, sostiene.
Jhimmy, encargado desde hace más de dos décadas del edificio en el que vive, también se queda de las bolsas chorreadas y asegura que él, en cuanto a los secretos, es “ciego, sordo y mudo”.
“¿Cosas raras? Y bueno, las cosas raras pasan de noche, a la madrugada, pero muchas no me las entero. O no me quiero enterar. ¿De qué cosas raras hablo? Qué se yo, alguna infidelidad. Mejor no saberlas”.
Alberto, el primer entrevistado, niega haber vivido alguna situación similar, aunque con una sonrisa en su rostro que refleja cierta duda: “No, infidelidad no, nunca ha pasado. Yo no tengo conocimiento de eso y si me lo dicen puede ser que me la guarde”.
Video: Agustina Ribó.
Edición: Berenice Laciar.