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Resumen de la nota
- Marcela Almirón enfrentó la pandemia con valentía, reinventando su vida a los 50 años y convirtiéndose en nómada digital.
- Antes de la revolución en su vida, era una emprendedora dedicada a la grafología y al desarrollo de recursos humanos.
- Gracias a su plataforma digital, pudo viajar por varios países, incluyendo México, donde adoptó Playa del Carmen como su hogar.
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Marcela Almirón creyó que su vida estaba resuelta, cuando se vio obligada a cerrar sus oficinas y contemplar de qué manera podría sustentarse desde casa. Como a muchos, la pandemia que azotaba al planeta la acorraló y durante los primeros tiempos sintió que su mundo se venía abajo. Pronto comprendió que tenía dos opciones: sentarse a llorar o trazar un camino para reinventarse. Pero ¿cómo lograrlo en épocas tan convulsionadas? Volver a empezar, se dijo, era su única opción, sin embargo, ¿podría transitar semejante cambio a esa altura de la vida? ¿Podría reinventarse a los 50?
Allí, en su confinamiento en el sur de la Argentina, Marcela le dio forma a su nuevo emprendimiento sin imaginar que éste la llevaría a transformar su vida por completo y a convertirla en nómade después de medio siglo de existencia.
Antes de la llegada de la revolución a su vida, Marcela estaba dedicada por completo a su pasión. En 2007 había fundado el Centro Grafológico del Sur y el Instituto Magno Gestión, dos instituciones que nacieron de su profundo compromiso con la grafología y el desarrollo de recursos humanos.
Como buena emprendedora, Marcela trabajaba incansablemente y sus días se le escurrían entre sus dedos en un mar de actividades que incluían la planificación, la administración y el diseño de cada propuesta educativa: “Tenía la firme determinación de ver florecer lo que había comenzado como un sueño”, cuenta. “No había tarea demasiado pequeña ni desafío demasiado grande; cada momento de mis jornadas estaba dedicado a impulsar el crecimiento y la excelencia de mis proyectos, olvidándome muchas veces de priorizar a los afectos, de atender mis necesidades personales”, confiesa.
Su centro especializado en grafología pronto se posicionó como un referente dentro de una disciplina poco abordada y, asimismo, su instituto orientado a los recursos humanos comenzó a crecer y destacarse: “Mi vida antes de ser nómade fue una etapa de intenso trabajo y dedicación, una fase en la que sembré las semillas, guiada siempre por mi amor por la carrera profesional que desarrollé”.
Reinventarse en una semana y lanzarse a otra forma de vida: “¿No tenés miedo a viajar sola?”
La pandemia, sin embargo, había llegado para todos y Marcela, quien hasta entonces siempre se había manejado con estructuras clásicas educativas, entendió que para sobrevivir debía sumergirse en el mundo digital y ser parte activa de los nuevos tiempos. A partir de esta certeza, abrió una nueva ventana que hasta entonces no había percibido, y en apenas una semana, creó su plataforma desde cero y comenzó a diseñar un nuevo formato de sus clases.
“Tomé el mejor camino que pude haber tomado”, asegura. “Podía estar en cualquier lugar y seguir llevando mis formaciones de manera virtual. Me di cuenta de que podía ampliar fronteras (comencé a tener alumnos de diversos países), y optimizar los contactos que había conocido en congresos de distintos lugares que había visitado como ponente. Y mis clases gratuitas hicieron que llegara más lejos de lo que podría haber imaginado”.
Fue entonces que Marcela tomó coraje y se atrevió dar un salto más drástico aún: con hijos ya adultos, decidió vender todo su mobiliario, desarmar el instituto físico y emprender una vida en movimiento más allá de las fronteras argentinas: “Me fui buscando nuevas experiencias, podría haberme quedado y seguir trabajando igual. No fue porque me iba mal o no tenía trabajo, como muchos piensan sobre los que decidimos irnos del país”.
“Todos los que me conocen saben que amo viajar y lo hacía cada vez que podía. No se extrañaron demasiado cuando decidí irme. Algunos me decían: ¿no tenés miedo de viajar sola? entre otros comentarios que solo hablaban de sus propios miedos”.
El portal hacia la nueva dimensión se abrió gracias a una invitación para disertar en un congreso en Guadalajara. Corría el mes de noviembre del 2020, la pandemia aún regía en el mundo, pero México, a diferencia de otros países, permitía el ingreso de extranjeros sin demasiadas trabas.
¿No tenés miedo de irte sola, de contagiarte? Las preguntas seguían llegando por doquier y la respuesta siempre era no, no tenía miedo de moverse, tenía miedo de paralizarse y aquella decisión, irse, resultó ser la más maravillosa que Marcela pudo haber tomado en su vida: “Fue la experiencia que hizo que luego tomara la decisión de viajar por todo México”.
A partir de entonces, la mujer argentina se transformó en nómada digital de la mano de su propia empresa, que le permitió viajar por diversas naciones, como Ecuador, Guatemala, Chile, Panamá, Costa Rica y Perú, un país que le fascina.
Y de todos los países en los que vivió, México fue la tierra que eligió para recorrer en profundidad. Aparte de Ciudad de México, Marcela se deleitó con los paisajes de Querétaro, Guadalajara, la Huasteca Potosina. También vivió un tiempo en Cancún, hasta que finalmente adoptó Playa del Carmen como puerto de llegada y salida: “Mi lugar en el mundo”.
En su camino hubo, sin embargo, dos lugares que la impactaron profundamente: Xilitla y Holbox. En Xilitla quedó encandilada con el Jardín Escultórico Las Pozas, un espacio surrealista creado por Edward James: “Fusiona la magia del surrealismo con la exuberancia de la naturaleza. Uno se encuentra con escaleras que no llevan a ningún lugar, arcos que se abren hacia el cielo y columnas que se pierden entre los árboles. Cada rincón de Las Pozas invita a la reflexión y al asombro, haciendo de la visita una experiencia totalmente mística”.
“Holbox, por otro lado, es un paraíso tropical, que tiene uno de los fenómenos más impresionantes: la bioluminiscencia. Durante las noches de verano, las aguas alrededor de la isla se iluminan con un brillo azul fosforescente causado por microorganismos marinos”.
“La vida en México varía enormemente de una región a otra, pero, en general, he encontrado que hay un equilibrio entre la modernidad y las tradiciones que es muy especial. Sin embargo, lo que realmente marca la diferencia es la posibilidad de disfrutar de una vida rica en experiencias culturales y sociales”, describe Marcela.
“La calidad humana de los mexicanos es notable. La mayoría de la gente está genuinamente interesada en ayudarte, en conocerte y en compartir su cultura. Coseché amigos argentinos, que abundan por estos lares y varios mexicanos”.
Aprendizajes en el camino “Cuando vas camino a los 60 años y podés vivir de acuerdo con tus deseos, sabés que ha sido una travesía transformadora”
Para Marcela, lejos han quedado sus días de trabajo incansable, donde las experiencias personales y las búsquedas de enriquecimiento por fuera del ámbito laboral estaban casi olvidadas. Ya tenía 50 años, cuando hace cuatro creó en tan solo unos días una plataforma digital, que hoy le permite llevar una agenda muy relajada, en la que trabaja una semana y la siguiente la toma de descanso. Los diplomados, seminarios y conferencias las lleva a cabo según esta agenda, lo que le permite viajar sin problemas: “Mis únicos requisitos son buen internet y un lugar con privacidad. Amo mi trabajo y amo viajar, pude conjugar las pasiones”, asegura.
Dentro de sus travesías, Argentina, por supuesto, está incluida. Para Marcela, volver implica emprender un viaje emocional que la impacta en múltiples niveles de manera profunda: “Me despierta una mezcla de sentimientos que van desde la nostalgia hasta la gratitud”.
“Cuando estoy en el camino extraño a los afectos, los amigos. Hay veces que mataría por comer una picada patagónica o tomar la cerveza artesanal de mi querido Neuquén. Volver a Argentina es reconectarme con mis raíces”, continúa. “Regreso con una mirada renovada que me permite apreciar los contrastes entre mi vida como nómade y la realidad argentina. Observo con mayor claridad los desafíos económicos y sociales que enfrenta mi país, así como las fortalezas y resiliencia de su gente. No quiero elegir estar allá o acá”.
“Una de las lecciones más valiosas que he aprendido es la importancia de conectarse con la energía del entorno. Entendí que cada lugar que visito tiene su propia vibración y esencia; sintonizar con esta energía me permite vivir de manera más plena y consciente cada viaje”.
“Esta filosofía de vida me ha brindado aprendizajes profundos y continuos que trascienden lo tangible. Aprender de la soledad, aprender de las dificultades y que siempre pero siempre tienes ayuda. Cuando vas camino a los 60 años y podés vivir de acuerdo con tus deseos es cuando sabés que ha sido una travesía transformadora”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a [email protected] . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.