NUEVA YORK.- En las horas que siguieron al debate entre el presidente Joe Biden y el candidato republicano Donald Trump, la primera dama Jill Biden, pasó a ocupar un rol de preeminencia pública que no había tenido hasta ahora, y se pronunció sin vueltas sobre las críticas al desempeño de su esposo en la confrontación.
“Entonces, hablemos del debate de anoche, porque sé que está en sus mentes”, dijo Jill Biden el viernes a los casi 60 asistentes de una cena de recaudación de fondos para la campaña en Greenwich Village, Nueva York.
El salón de la casa de piedra rojiza quedó en silencio ante la frontalidad de la primera dama, de 73 años, para abordar la cuestión de los achaques de su esposo de 81 años. Con un vestido de lunares y un par de tacones de aguja rosas, ella estaba parada detrás de un atril, con una media sonrisa.
“Como dijo Joe hoy, no es un hombre joven”, continuó con voz optimista. “Después del debate de anoche, dijo: ‘Sabes, Jill, no sé qué pasó. No me sentí tan bien’”.
Fue el detalle más íntimo que alguien en la órbita de Biden había revelado sobre cómo el presidente vio su actuación en el debate del jueves por la noche, unos lúgubres 90 minutos en los que tartamudeó, tropezó y pareció perder el hilo de sus pensamientos.
Para su esposa durante 47 años, no era motivo de pánico. “Le dije: ‘Mira, Joe, no vamos a dejar que 90 minutos definan los cuatro años que has sido presidente’”, dijo. La sala estalló en aplausos.
“Lo que sí sabe hacer mi marido es decir la verdad”, prosiguió. “Cuando lo derriban, Joe se levanta, y eso es lo que estamos haciendo hoy”.
Si alguien se había preguntado si la primera dama pensaba que su marido seguía siendo el mejor hombre para el puesto, ésta era una respuesta clara. Al igual que el presidente, es una mensajera política intuitiva que puede sentir el estado de ánimo de una multitud. Y sabe que, además de los aficionados que la vitorean, hay legiones de personas que de repente la acusan de obligar a una persona mayor a poner un pie cansado delante del otro.
Si Joe Biden considerara seriamente abandonar la carrera y permitir que un candidato más joven lo reemplace, la primera dama sería la figura más importante (aparte del propio presidente) para llegar a esa decisión.
“Jill es la voz final y más importante. Ella lo conoce y lo ama con pasión. Ella también sabe todo sobre él. La mayoría de las decisiones importantes al final se toman con Valerie y Jill”, dijo John Morgan, uno de los principales donantes de la campaña demócrata, refiriéndose a la hermana menor del presidente, quien ha dirigido casi todas sus campañas políticas.
De hecho, cuando los principales donantes del Partido Demócrata hablaron el viernes, por mensaje de texto, por teléfono o en persona, una de las preguntas más inmediatas que se hicieron fue si alguno de ellos sabía cómo conseguir una reunión o una conversación con la primera dama.
Pero fuera del círculo íntimo, algunos han pedido medidas drásticas. Joe Scarborough, de MSNBC, presentador de uno de los programas matutinos favoritos de Biden y, a menudo, su más acérrimo defensor, pidió que Biden abandonara la carrera. Lo mismo hizo el columnista del The New York Times Thomas Friedman, amigo personal del presidente.
Mientras tanto, algunos de los aliados demócratas de alto perfil de Biden han redoblado su apoyo al presidente. “Mantengamos el rumbo”, dijo el viernes a los periodistas el representante James E. Clyburn (D-S.C.). “A veces hay malas noches de debate”, escribió el expresidente Barack Obama en X, pareciendo restar importancia al desempeño de Biden como un revés superable.
La crítica de la primera dama la noche del debate había sido increíblemente optimista. “¡Joe, hiciste un gran trabajo!” dijo desde el escenario de una fiesta del jueves por la noche. “¡Respondiste todas las preguntas! ¡Sabías todos los hechos!”, le dijo la docente, en un video que se terminó haciendo viral.
Pero cuando los Biden subieron al escenario en un mitin en Carolina del Norte el viernes por la tarde, estaban admitiendo públicamente que las cosas no habían ido bien. “Ya no camino tan fácilmente como antes”, explicó el presidente a una multitud que lo apoyaba en Raleigh. “Ya no hablo con tanta fluidez como antes. Ya no debato tan bien como antes”. Pero añadió: “Sé cómo hacer este trabajo”.
Jill se unió a su esposo en el escenario en el evento de Carolina del Norte con un vestido negro ceñido con “Vote” impreso por todas partes en una fuente blanca y llamativa. El vestido pretendía ser una declaración de apoyo en sí mismo, según una fuente cercana a la primera dama.
Luego fue a la cena de recaudación de fondos en Greenwich Village, la primera vez que Jill Biden se enfrentaba sola a una audiencia desde el debate. Los asistentes, que habían pagado un mínimo de 1000 dólares cada uno para escuchar a la primera dama, tampoco parecían alarmarse por el presidente. “Estamos enamoradas de su marido”, había dicho la novelista Adriana Trigiani, anfitriona de la recaudación de fondos, durante la presentación de Jill.
“Creemos en ustedes, no vamos a ninguna parte”, añadió Trigiani. “Todo el mundo tiene una noche aquí y allá. Déjalo en paz”.
Después de casi medio siglo en política, los Biden se ven a sí mismos como personas de largo plazo. Y en este momento, ninguno de los dos quiere que la historia de la larga carrera política del presidente, definida por la tragedia, la resiliencia y la ambición incesante, termine en un escenario en Atlanta, frente al expresidente Donald Trump, un hombre al que ambos denigran.
“Él quiere ganar y ella quiere eso para él y para el país”, dijo Elizabeth Alexander, la directora de Comunicación de la primera dama, que acompaña a Joe Biden desde sus tiempos en el Senado. “Ella es su mayor defensora y lo defiende porque cree en él y teme por el futuro de nuestro país si las cosas van en sentido contrario”.
Los asesores del presidente y de la primera dama restan importancia a la idea de que ella tiene la capacidad de cancelar unilateralmente la campaña de reelección del presidente y allanar el camino para otro candidato cuatro meses antes de las elecciones presidenciales. Reconocen su influencia y poder únicos en su vida, pero dicen que Joe Biden tiene el control de su propia campaña.
“Hay demasiadas cosas que le atribuyen esto a Jill”, dijo uno de los principales asesores de Joe Biden, que habló bajo condición de anonimato para discutir una dinámica familiar. Pero mientras Joe Biden quiera postularse, dicen los asesores, ella lo apoyará.
The Washington Post y The New York Times
LA NACION