Finlandia lleva muchos años liderando el ranking de los países más felices del mundo. Un argentino casado con una local cuenta en primera persona cómo es vivir en esta perla escandinava, un lugar atractivo para muchos expatriados que quieren construir una nueva vida en un rincón único de Europa.
Algo de fin del mundo y bastante del perfil del Norte de Game of Thrones. Una cierta nebulosa a la hora de crear el paisaje. Un clima que determina la vida de forma extrema todo el año. Finlandia es como una adivinanza. Desde lejos se ve fría y exótica. Pero Nahuel Ríos y Katri Köningnen decodificaron el enigma.
Ella nació en un pueblito llamado Muurame, a pocos kilómetros de Jyväskylä, la tercera ciudad de importancia en Finlandia. Pasaba su tiempo libre sobre la moto de nieve de su padre y los veranos en en el lago más cercano, una costumbre típica de las familias nórdicas. Su infancia transitó viajando desde muy pequeña. Vivió en Irak y conoció a Sadam Huseim. Para la década de los 80 había allí una colonia de finlandeses que iban a trabajar. A sus 15 años se mudó a Estados Unidos para reforzar su nivel de inglés. Al volver a Finlandia empezó su etapa como viajera y trabajadora en los destinos donde encontrara un puesto. Por entonces vivió en varios sitios de su país natal: Kuopio, Turku y Helsinki.
En el otro lado del mundo Nahuel transitaba una infancia con padres separados. Nació en San Fernando, en las afueras de Buenos Aires. Luego de un tiempo allí, pasó por Don Torcuato, hasta que llegó a Pilar. “Tuve una infancia muy feliz, crecí rodeado de mí familia y amigos -relata-, una época de la que hasta el día de hoy guardo recuerdos”. Entrando a la juventud se mudó a Palermo y más tarde a Belgrano, en Capital Federal. Allí trabajaba y estudiaba como muchos chicos argentinos. “Soñaba con conocer el mundo -sigue Nahuel-, siempre me fascinó visitar los sitios más icónicos y soñaba mirando películas”.
La finlandesa con pasión por viajar y el argentino con sueños de aviones se conocieron en Palermo. Ella andaba de mochilera por Sudamérica, pero pensaba quedarse en Argentina porque desde chica había sentido cierta conexión con nuestro país. Mientras tanto, él andaba despidiéndose de sus amigos porque había decidido irse a probar suerte a Barcelona. En Malabia y Costa Rica sus caminos se cruzaron. A pesar de los deseos de recalar en Argentina, Katri vivía, curiosamente, en Barcelona. “Al poco tiempo de conocernos hicimos un viaje a Mendoza -explica Nahuel-. Ella planeaba irse a Brasil. Ese paseo intensificó el vínculo y nos impulsó a intentar algo más que una amistad. A los 8 meses nos encontrábamos viviendo en España juntos”.
Bajar de las nubes: de Barcelona a Laconia
Contrariamente a muchas otras experiencias de inmigrantes, Nahuel se fue de Argentina apostando a sus sueños. “Siempre quise experimentar otras cosas -relata-. Trabaje muy duro para poder lograr esa meta. Guarde cada centavo. No me fui por alguna situación económica, por ese tiempo, en el 2014, tenía un trabajo que me gustaba. Quizás no ganaba mucho, pero era lo suficiente, me alcanzaba para ser feliz. Entonces salí a conocer el mundo, pero siempre con la idea de volver a casa, a Argentina”. Sin embargo, el viaje se prolongó más de lo previsto. Primero la madre patria, donde no se quedaron por mucho tiempo. “Las cosas no me fueron bien -sigue-. Me estafaron con el salario, y el alquiler nos limitaba en la calidad de vida que queríamos. Me encontré en una situación difícil: sólo trabajaba para pagar la renta y los servicios. Eso me hizo cuestionar a Barcelona como una elección inteligente para nosotros”. Allí intervino Katri, quien propuso ir a Finlandia. “Fue la mejor elección que tome en mí vida -confirma Nahuel-. Todo había cambiado. Tardé 12 días en encontrar trabajo y avanzar en nuestro camino”.
Se instalaron en Laconia. El desafío más grande para él fue la cultura, “los finlandeses son muy opuestas a la manera de ser que tenemos los argentinos -continúa-. Y también el clima era muy diferente: los inviernos son largos y fríos. El idioma, otra barrera de dificultad, es muy difícil aprenderlo. Tienen como idiomas oficiales el finlandés y el sueco. Me costó adaptarme a la idiosincrasia, pero lo pude hacer con el correr del tiempo”. Katri ofició de un buen traductor que allanó el camino.
Su cotidianeidad es sencilla. “Vivimos en una casa rodante y eso nos da la posibilidad de planificar muchas cosas, de ser flexibles e independientes. En los inviernos, por ejemplo, después del trabajo salimos a ver auroras boreales, caminamos en el bosque ártico, vemos renos o viajamos a Noruega, ya que está muy cerca. Nuestros trabajos forman una parte importante para nuestro estilo de vida ya que también logramos hacer amigos que ayudan a soportar los días más difíciles de la noche polar. Solemos juntarnos y pasar el tiempo con nuestros compañeros de trabajo. Tenemos una cotidianeidad muy activa, sana y rica”.
Aún así, Finlandia no es para todos. “Los inviernos son muy largos y crueles -continúa Nahuel-. La temperatura ronda los -20°C. Por lo general se usa ropa térmica y la vida transcurre con normalidad. Los chicos van a las escuelas, los deportistas hacen sus actividades y todo funciona bajo las condiciones invernales extremas. Es importante mentalizarse y aceptar que el clima finlandés es así. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para vivir en un sitio así. Pero creo que ayuda mucho el ecosistema del lugar. La gente invierte para conocer las auroras boreales y los renos”. Este es el primer país del mundo en turismo invernal. También es célebre la resiliencia finlandesa (llamada Sisu) durante los largos inviernos: a pesar de los desafíos naturales, los locales logran hacer las cosas, mantener una vida relativamente normal que incita a los expatriados a creer que todo es posible.
Una felicidad diferente
“Se extraña mucho la familia, amigos y la calidez del argentino -sostiene Nahuel-. He viajado mucho y no he encontrado nada parecido a cómo somos. Se extraña mucho el estar en Buenos Aires y caminarla. Es una ciudad increíble”.
El peso del país más feliz del mundo visto desde adentro se observa de otro modo que desde fuera. Los finlandeses son humildes, no existen grandes diferencias de prestigio. La planificación también es un valor admirable para quien llega de un sitio donde se suele vivir al día. La organización es parte de la cultura finlandesa: desde el programa de estudios de la escuela hasta el mantenimiento de la infraestructura de las ciudades. Asociado a este valor, llega la eficiencia: los recursos se utilizan al máximo de sus posibilidades sin desperdicio. La educación es un valor indiscutible y los locales valoran mucho a cualquiera que trabaje como docente, quienes, además, reciben formación de primer nivel y una remuneración excelente. La biblioteca es el “club de barrio”: la mayoría de los niños y jóvenes pasan allí su tiempo, ya sea haciendo las tareas escolares como disfrutando del tiempo libre. Por ejemplo, la Biblioteca Central Oodi Helsinki ofrece un espacio abierto que mezcla muchas áreas diferentes, los libros, por supuesto, pero también cabinas de grabación de audio y centros de costura. Cuentan con asistencia sanitaria universal y aún en las ciudades, hay una cercanía intensa con la naturaleza. Finlandia, además, fue nombrado el país más seguro del mundo según el último informe del Foro Económico Mundial.
“Lo más extraño que experimenté -relata Nahuel- fue ver cómo las madres dejan a sus bebés a -20°C afuera en el cochecito para que se adapten al frío a medida que van creciendo. Otra de las cosas que me sorprendió es que la desnudez no es tabú. Todos pueden ir al sauna desnudos, hombres y mujeres. Es algo cultural”. Hay cerca de 5,5 millones de personas en el país y se estima que hay más de 2 millones de saunas. Casi todas las casas poseen uno.
Curiosamente, Finlandia tiene el tango como baile nacional. “En algunas casas los miércoles y sábados durante el sauna se suele ver la presencia del mate -comenta Nahuel-. Es algo que está tomando auge en los hogares finlandeses. Argentina tiene mucha conexión con Finlandia y viceversa. En Misiones hay una colonia finlandesa de pocos habitantes. Ellos emigraron allí para una mejor calidad de vida y muchos van y vienen. Los finlandeses suelen ver a Argentina como un país muy rico a nivel cultural. Les gusta esa mezcla entre europeo y local que tenemos. También exaltan nuestra fluidez a la hora de entablar charlas, porque somos muy abiertos y no tenemos temor de hablar con nadie. Además se sorprenden por nuestra pasión. Algunos suelen decir que es como un gigante dormido. No es casualidad que muchos hayan ido al sur de América para comenzar una vida. Aman nuestro acento con el tonito italiano. Les gusta mucho nuestra cultura y ellos creen que La Patagonia es igual que Laponia”.